La Santa Sede no deja abierta “ninguna excepción” en lo que al secreto de confesión se refiere “en el contexto eclesial ni mucho menos en el civil” en tanto que “proviene directamente del derecho divino revelado” al estar “arraigado en la naturaleza misma de la Santa Cena”. De esta manera se ha pronunciado en una nota informativa la Penitenciaría Apostólica vaticana, a raíz de las propuestas legislativas lanzadas en Australia, Chile o Estados Unidos para romperlo en el caso de abusadores sexuales.
En el documento vaticano, firmado por el penitenciario mayor, el cardenal Mauro Piacenza, se explica que “el secreto de confesión es indispensable y ningún poder humano tiene jurisdicción, ni puede reclamarlo, sobre él“. Eso sí, el texto reconoce que “no siempre es entendido por la mentalidad moderna”, a la vez que defiende que “la esencia del cristianismo y de la Iglesia está encerrada en el sacramento de la Reconciliación”.
Por eso, se recuerda que se busca respetar “la libertad de conciencia del penitente” para ser consciente de que al confesar sus pecados se abre solo y únicamente a la “gracia de Dios y la mediación necesaria del sacerdote”.
“Juicios imprudentes”
“Un cierto ‘ansia’ de información se ha extendido en las últimas décadas…hasta el punto de que el ‘mundo de la comunicación’ parece querer ‘reemplazar’ la realidad”, advierte Piacenza, que apostilla cómo “al invocar la opinión de la opinión pública como último tribunal” se pueden provocar “juicios imprudentes, que perjudican ilegítimamente e irreparablemente la buena reputación de los demás, así como el derecho de toda persona a defender su privacidad”.
Eso sí, lejos de que pueda pensarse que el secreto de confesión deja la puerta abierta a que el presbítero se considere cómplice de aquel que pueda cometer un delito y pecado, señala que esta medida “nunca constituirá alguna forma de connivencia con el mal”. “Al contrario, representa el único antídoto verdadero contra el mal que amenaza al hombre y al mundo entero, que son la posibilidad real de rendirse al amor de Dios, de dejarse convertir y transformar por este amor, aprender a corresponder concretamente en la vida de uno”, se aclara.
Es más, se subraya que el sacerdote no puede ni debe situar a la persona ante la obligación de ir a la justicia civil “como condición para la absolución” y deberá mantener silencio incluso cuando el confesor no otorga la absolución. Sin embargo, la nota informativa reitera que para que sea efectivo el perdón de los pecados, se requiere el “sincero arrepentimiento, junto con la firme intención de enmendar y no reiterar el mal cometido”.
“El confesor, de acuerdo con el Código de Derecho Canónico, nunca está autorizado, por ningún motivo, a traicionar al penitente con palabras o de ninguna otra manera“, se insiste, toda vez que de la misma manera “absolutamente prohibido para el confesor hacer uso del conocimiento obtenido de la confesión”.