Sonriente pese a la espera. Así ha recibido el papa Francisco a Vladimir Putin hoy, a pesar de los 50 minutos de retraso para una cita que estaba programada para las 13:15 horas. El encuentro entre el presidente ruso y el Pontífice, que es el más mediático después de la audiencia a Donald Trump el 24 de marzo de 2017, se ha desarrollado en un ambiente de cordialidad.
Los dos líderes se reunión a puerta cerrada alrededor de media hora –lo habitual en las audiencias con los jefes de Estado– acompañados por un traductor. El encuentro entre el Papa y el presidente ruso era el tercer cara a cara: los dos primeros tuvieron lugar el 25 de noviembre de 2013 –solo 8 meses después de la elección de Jorge Mario Bergoglio como papa– y el 10 de junio de 2015. En ambos encuentros, en la agenda estaba la guerra en Siria, el conflicto en Ucrania y la situación en Oriente Medio.
Pasadas las 14:05 horas, Putin llegó al patio de San Dámaso del Palacio Apostólico en su vehículo junto a su séquito. Como es habitual al recibir a los jefes de Estado, el patio lucía en esta ocasión la bandera de Rusia en una de sus entradas. Georg Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia, ha sido el encargado de recibir a la delegación rusa.
Ruptura entre Kiev y Moscú
Posteriormente, en ascensor, se han dirigido hacia la llamada Segunda Logia del Palacio Apostólico, el lugar de residencia de los últimos papas y que Francisco continúa utilizando para algunos actos y visitas. En este recorrido por el palacio papal, Putin fue escoltado por la Guardia Suiza y por los llamados ‘gentilhombres’, título que el Vaticano otorga como reconocimiento a algunas familias.
Francisco ha saludado a Putin –quien ha seguido las indicaciones de protocolo transmitidas por Gänswein– en la Sala del Tronetto. Ambos se han hecho las primeras fotos al acceder a la Biblioteca, donde han conversado apenas un minuto ante un grupo de fotógrafos, periodistas y cámaras de televisión.
A la espera del comunicado de la Sala Stampa de la Santa Sede, no se sabe si Putin ha invitado al Papa a visitar Rusia, para lo que se necesitaría el plácet de la Iglesia ortodoxa. Se trata de un tema que no parecía estar en la agenda, al contrario que el pulso político que mantienen Rusia y Ucrania, tras producirse una ruptura entre la Iglesia ortodoxa ucraniana y el Patriarcado de Moscú.
Rostro serio tras su conversación
De hecho, esta audiencia tiene lugar en la víspera de la cumbre de dos días convocada por Francisco en el Vaticano sobre la Iglesia greco-católica ucraniana. Se prevé que en esta cita participe el arzobispo mayor, Sviatoslav Shevchuk, así como los metropolitas y miembros del Sínodo permanente de esta comunidad cristiana. También estarán presentes los responsables de la Congregación para las Iglesias orientales y del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos.
Al concluir la reunión, siguiendo el protocolo, se abrieron las puertas de la Biblioteca y el Papa saludó al séquito ruso. Luego, Putin se ha hecho una foto con el Pontífice, en la que ambos permanecían, ahora sí, con rostro serio.
Antes de la despedida se ha producido el habitual intercambio de regalos. Francisco le ha entregado una copia del último mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, indicándole que lo había firmado expresamente para él. También le ha dado una copia del documento sobre la fraternidad humana firmado en Abu Dhabi conjuntamente con el Gran Imán de Al-Azhar. Mucha bibliografía con la que Putin puede entretenerse en el vuelo de vuelta. Antes, el líder ruso le entregaba un libro al Papa.
Antes de las 15:20 se han despido cordialmente. Y el Papa le ha mandado un último mensaje: “Gracias por venir. Rece por mí”.
El presidente se ha reunido con el secretario de Estado, Pietro Parolin –ya se conocían de la visita del cardenal a Rusia en agosto de 2017–, y el secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, Paul Gallagher, antes de dejar el territorio vaticano.