La designación que a principios de abril del presente año hizo el papa Francisco del presbítero Joel Ocampo Gorostieta como octavo obispo de la Diócesis de Ciudad Altamirano, se hizo efectiva este martes 10 de julio tras la ordenación episcopal y toma de posesión de la diócesis ubicada en el estado de Guerrero.
En la celebración eucarística, que fue presidida por el cardenal Alberto Suárez Inda, arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Morelia, estuvo presente el nuncio apostólico en México, Franco Coppola, y los arzobispos de Acapulco, Leopoldo González, y de Monterrey, Rogelio Cabrera López, entre otros.
En su homilía, Rogelio Cabrera, quien también es presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, pidió a Joel Ocampo Gorostieta, surgido del clero de la Diócesis de Tacámbaro, en Michoacán, esforzarse por ser transparente, lúcido, simpático y abierto, y lo encomendó a Nuestra Señora de San Lucas, patrona de esa Iglesia particular.
Dado que el estado de Guerrero es uno de los más violentos e inseguros del país, Rogelio Cabrera llamó al nuevo obispo a leer “el inmenso océano de problemas sociales y espirituales… a la luz de la Palabra de Dios, que será para ti siempre un foco potente que te ilumine”.
“Padre Joel –le dijo– desde que te conocí, te distinguías por tu entusiasmo y por tu capacidad para comunicarte con los fieles; esas cualidades, esa energía comunicativa, no sólo brota de tu personalidad, sino de la fe que siempre has tenido en la iluminación y fortaleza brindadas por el Espíritu Santo a lo largo de tu vida”.
Gran asistencia pese a la violencia
Por su parte, el obispo Joel Ocampo, en su mensaje a los fieles de Ciudad Altamirano, tras agradecer a sus padres –quienes fallecieron a principios de este año– reconoció el esfuerzo de obispos, sacerdotes, familiares y amigos por acompañarlo, “a pesar de la inseguridad y la violencia”. “Confiando en Dios –dijo– se arriesgaron, y hoy están aquí conmigo, como lo han estado en mi vida sacerdotal”.
Ocampo Gorostieta hizo un agradecimiento especial a los fieles de Tacámbaro por haberle enseñado a ser sacerdote, y pidió a los de Ciudad Altamirano enseñarle a ser obispo.
“Yo he sido el primer sorprendido por este llamado. Cuando más tranquilo y en paz estaba, el Señor me dijo: ‘Deja todo y sígueme’. Consciente de mi pequeñez y limitaciones, he aceptado este ministerio confiando solamente en su gracia y en la riqueza de sus laicos, religiosos y sacerdotes. Quiero que me permitan conocerlos y me den la oportunidad de servirlos”.