Ya en 1987, a través de su delegación de Migraciones, los mercedarios impulsaron un novedoso programa de acogida para menores extranjeros no acompañados. Fue la primera casa de acogida de toda España dedicada a quienes hoy conocemos como MENA. En 2010, crearon una entidad civil, la Fundación La Merced Migraciones, que mantuvo la identidad del proyecto y pudo ampliar su atención a distintos colectivos migrantes. Fieles al carisma que les inspira, el patronazgo está compuesto por miembros de la congregación, siendo su director el también mercedario Luis Callejas.
PREGUNTA.- ¿Cuáles son los ejes que mueven vuestra acción?
RESPUESTA.- La idea es ser una casa abierta. Un primer eje es la acogida, el tratar de generar un espacio de seguridad donde, quienes vienen arrastrando una experiencia traumática, se sientan acompañados y protegidos. No se trata solamente de ofrecer un lugar donde dormir, sino un ámbito en el que sea visible su valor como personas y en el que todos son importantes. Un segundo eje es la igualdad de derechos y deberes para que la sociedad conozca a estas personas. Si las conocemos y mostramos nuestra cercanía, rompemos las barreras.
P.- ¿Cómo es la respuesta de las autoridades nacionales y del conjunto de la UE? ¿Está la sociedad a la altura de este reto?
R.- A nivel global, podemos concluir que la política de integración de la UE está siendo deficitaria, moviéndose en claves como cupos o cierre de fronteras, sobresaliendo en el fondo la idea de pasarse la patata caliente unos a otros. Tampoco me gusta que se hable de crisis humanitaria; la movilidad humana es inherente al desarrollo del ser humano… La realidad es que el 90% de los refugiados que huyen de una guerra, de persecución, van a los países limítrofes al conflicto, siendo estos los que dan respuestas humanitarias. En cuanto a los que llegan a Europa, no se corresponde con la imagen de magnitud y avalancha que algunos promueven. A nivel concreto, la sociedad española es acogedora, a pesar de los mensajes que muestra una parte de la ciudadanía y del maltrato institucional. Los jóvenes migrantes con los que convivo me transmiten que España es acogedora.
P.- ¿Y en la Iglesia, se cumple la llamada del Papa a ser comunidades de puertas abiertas?
R.- Hay mucho movimiento, muchas transformaciones. Ya, desde hace bastantes años, numerosas comunidades trabajan en este sentido, pero con Francisco se está visibilizando esta realidad. Aún faltan dar más pasos y una toma de conciencia desde la CEE y las respectivas diócesis, pero va calando el compromiso por ser casas de acogida, algo que estaba ciertamente esquinado. El reto es no catalogar a la persona, sino mirarla y ver en ella a Cristo.