Muchos niños españoles se preparan para disfrutar de sus campamentos de verano tras finalizar el curso. La Fundación Aladina también cuenta con unos campamentos muy especiales, pero en este caso pensados para los niños y adolescentes que luchan contra el cáncer. Este verano, 219 menores viajarán a Barretstown (Irlanda) y a Dynamo (Italia), dos colonias de Serious Fun Children’s Network, la red fundada por Paul Newman. (…)
PREGUNTA.- ¿Qué es lo más bonito que ha visto en esos campamentos?
RESPUESTA.- Lo que nos dicen los padres: “Me habéis devuelto a mi hijo antes de la enfermedad”. La verdad es que se divierten muchísimo, están al aire libre, salen de las plantas de los hospitales… porque Newman tenía razón: “¿Por qué un niño con cáncer no puede tener vacaciones?”.
P.- ¿Qué le dan ‘sus niños’?
R.- Me dan la vida porque son profesores del amor. Son chavales que están padeciendo lo que ninguna criatura debería sufrir. El cáncer les roba la infancia, los amigos, la escuela… y ellos lo viven con una sonrisa y una calidad emocional fuera de todo orden. Es difícil alejarte de ellos cuando has estado cerca porque sientes la feroz necesidad de ayudarles y que te empapen de su sonrisa.
P.- ¿Aladina ha sido el mayor proyecto de su vida?
R.- ¡Sin duda! Empecé en 2001 porque quería devolver parte de mi suerte. Mi motivación nació de haber crecido en el seno de una familia sana, buena y educada. ¿Por qué unos nacen en la pobreza, en la guerra o en la enfermedad y yo no? Así fue como decidí compartir mi tiempo –que es lo más preciado que tenemos– con ellos. Entré un día por la puerta del hospital y ya no salí. Atendemos a más de mil niños a pie de cama y para mí son mi familia. Los médicos están para curar el cuerpo y nosotros para que el espíritu no decaiga. Tenemos una frase que dice: “Ocho segundos para llorar”, que es el tiempo que tenemos en el hospital para lamentarnos. Milagrosamente, a los ocho segundos de un drama hay una alegría con un niño que se cura.
P.- ¿Se lleva el dolor a casa o puede canalizarlo?
R.- He perdido demasiados niños, y todos son como mis sobrinos. Tengo el corazón roto en más de 1.500 pedazos pero, cada día, los que resisten me curan. Además tengo mucha fe y siento que los niños que se han marchado nos miman desde arriba. (…)