“Soy de Bangladesh y llevo en Grecia desde 2003. Soy sastre y durante algún tiempo tuve trabajo, pero con la crisis ya no hay nada. Tampoco tengo casa. Menos mal que hay sitios como este”. Es Jamil y se refiere al comedor de Cáritas de la calle Kapodistriou. La Iglesia católica ofrece además clases de idiomas, un ropero y acompañamiento legal para inmigrantes y helenos en situación de vulnerabilidad.
“El 8% de los que vienen son griegos en dificultad por la crisis”, cuenta una de las voluntarias. Aquí, cada día, comen unos 450 adultos y entre 120 y 150 niños sin distinción de ningún tipo. Cáritas gestiona además seis edificios y 87 apartamentos en los que viven 850 refugiados.
Se calcula que hay solo unos 50.000 griegos católicos, pues la inmensa mayoría de los helenos son ortodoxos. A esa pequeña comunidad local hay que sumar los alrededor de 350.000 inmigrantes llegados en los últimos años que son cristianos fieles al Papa. Los hay africanos, polacos, albaneses, filipinos, ucranianos o iraquíes caldeos, entre otros grupos. “Esta es una Iglesia pobre. Nos manteníamos a duras penas antes de la crisis gracias a las aportaciones de los fieles y al alquiler de algunas propiedades, pero, con la recesión, tenemos menos ingresos y nos han aumentado muchísimo las tasas”, se queja Sevastianos Rossolatos, arzobispo de Atenas desde su despacho.
Un clero multilingüe
El clero del país proviene de diversas naciones. Hay polacos, congoleños, italianos… y también un español, el benedictino catalán Manuel Nin Güell, exarca apostólico de los católicos de rito bizantino en Grecia. “La situación de la Iglesia católica es muy precaria, pero hacemos lo que podemos para ayudar a los inmigrantes y a los griegos que lo están pasando mal”, cuenta Nin. El antiguo rector del Pontificio Colegio Griego de Roma y monje de Montserrat llegó en 2016 a Atenas y, desde entonces, ha visto cómo la situación económica mejoraba algo.
La crisis ha dejado Grecia casi como si hubiera padecido un conflicto bélico. La Iglesia ortodoxa se ha volcado igualmente y cada día da de comer a 20.000 personas. Lo hace en comedores sociales como el de Kiada, el mayor de Atenas, donde al día almuerzan 1.700 personas. Aquí echa una mano el sacerdote Christos Blajos. Él se atreve a ver algo bueno: “En esta década tan dura, los griegos hemos tomado conciencia de que no se sale de la crisis con magia. Se ha multiplicado la solidaridad y hemos reconocido los errores”.
A este panorama se enfrenta el nuevo Ejecutivo de Kyriakos Mitsotakis. El líder conservador obtuvo la mayoría absoluta en las elecciones del 7 de julio, derrotando a Alexis Tsipras, líder de la izquierdista Syriza.