El cardenal Gualtiero Bassetti, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), ha mostrado su firme rechazo a “la muerte asistida médicamente” en una entrevista con el diario Avvenire. Una reflexión que llega inmediatamente después de que Vincent Lambert perdiera la vida después de que se suspendiera, el 2 de julio, el soporte vital básico de alimento e hidratación y que se une al debate en el Parlamento italiano acerca de una reforma legal sobre la eutanasia y la muerte asistida.
“Estoy alarmado por lo que podría significar para todos nosotros aceptar que podemos ayudar legítimamente a alguien a morir”, ha afirmado el cardenal. “Nuestra sociedad, que ya no está organizada para recibir y cuidar a los niños, tampoco parece estar estructurada culturalmente para ayudar a los enfermos, especialmente a aquellos que son crónicos”, ha dicho, ya que “corremos el riesgo de considerar la inversión de tiempo y dinero en ellos como un desperdicio”. Por eso, para Bassetti, las familias de estos pacientes, “a menudo abandonadas en su esfuerzo”, pueden sentirse “presionadas a rendirse a esta ‘muerte por compasión”.
Sin embargo, el purpurado ha señalado que “una cercanía amorosa” podría ser suficiente para “dar sentido, alivio y esperanza” a aquellos que la han perdido, “ya sea que estén enfermos o sus familiares, que a veces experimentan el dolor con más fuerza”. De la misma manera, Bassetti ha denunciado que el desigual acceso a los tratamientos y cuidados es, tal vez, “la más odiosa de las desigualdades, porque afecta a los más débiles y frágiles”. Por ello, ha instado a la política a dar prioridad a la atención adecuada para todos, comenzando con los cuidados paliativos y la terapia del dolor.
“Estamos viviendo una emergencia tremenda en nuestra Honduras, tremenda”, dijo, según recoge el diario Proceso Digital, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga durante la homilía que pronunció en la misa de ayer, 14 de julio, en la catedral metropolitana San Miguel Arcángel de Tegucigalpa. En ella, denunció la indiferencia ante la epidemia del dengue que afecta al país, y que ya se ha cobrado la vida de más de 50 personas, en su mayoría niños.
“El peligro es que veamos con los ojos de las estadísticas, han muertos tantos del dengue, pero esos muertos son números en una estadística, no, hay que verlos con los ojos del corazón y la misericordia”, subrayó, añadiendo, además, que “mucha gente toma con indiferencia” estas cuestiones porque no les ocurre a ellos mismos.
“Cómo va a ser que nos sintamos indiferentes cuando siguen muriendo niños, jóvenes, adultos por esta epidemia que se puede prevenir”, recalcó Maradiaga. Sin embargo, un cristiano “no puede menos que decir yo también soy corresponsable y, si en mi casa no tengo ese problema, yo también voy a ayudar a otros que sí lo tienen”.
“La Iglesia católica en Eritrea siempre ha colaborado y cooperado con las instituciones. En el caso específico de la salud, la calidad del servicio ofrecido por nuestras instalaciones fue considerada por el propio gobierno como una excelencia del país”, ha explicado a Fides Mussie Zerai, sacerdote de Asmara y representante de la Agencia Habeshia, en una conversación acerca de la decisión del Ejecutivo de cerrar los centros de salud administrados por la Iglesia. “No podemos entender sobre qué base ha tomado la decisión el Gobierno”, continúa, ya que “nuestros hospitales atendieron a doscientas mil personas al año, aproximadamente el 6% de toda la población de Eritrea “.
Con el cierre, en total, de 29 centros de salud, Zerai considera que “esto representa otra violación más de la libertad de elección, así como un enorme daño a la población más pobre que no puede pagar los gastos médicos para el tratamiento”. Si bien en Eritrea la religión católica está legalmente reconocida por el Estado, se encuentra bajo una estricta vigilancia. “Cualquier actividad realizada fuera de nuestros lugares de culto está sujeta a un control estricto por parte de las fuerzas de seguridad”, explica el sacerdote. “Además, desde 2001, el Gobierno también nos ha impedido imprimir todos nuestros periódicos “, dice, señalando que las instituciones islámicas también están bajo control.
Por todo ello, Zerai ha hecho un llamamiento a la comunidad internacional para que “no olvide” que, en Eritrea, “las restricciones y violaciones de los derechos fundamentales y las oportunidades limitadas para el trabajo y la educación empujan a miles de personas cada año a tratar de escapar del país”. “Insto a la comunidad internacional a no guardar silencio, para que el drama de los eritreos no caiga en la indiferencia general”, ha subrayado.