El arzobispo de Burgos, Fidel Herráez, ha tenido que salir al paso de una información de algunos medios en los que se señalaba que el prelado pedía a las víctimas de violación que se resistiesen al máximo con el fin de salvaguardar intacta la virtud de la castidad.
Esta invitación de Herráez estaba tomada de un escrito elaborado por el arzobispo para presentar la documentación de la causa de beatificación, por el martirio, de la joven Marta Obregón que fue asesinada en enero de 1992 por el conocido como el ‘violador del ascensor’. El cuerpo fue abandonado en medio de la nieve a las afueras de la ciudad burgalesa. Precisamente, como prueba del martirio, el arzobispo ha destacado “la actitud heroica de una joven, Marta Obregón, que murió por defender su castidad”.
Tras el revuelo formado por su afirmación, a través de una nota emitida por la diócesis, tacha la polémica de “tergiversación” de sus palabras y se reitera en que siempre ha condenado toda violencia que se ejerce contra las mujeres por el hecho de serlo.
En la nota se lee expresamente: “Me solidarizo con todas las personas que son víctimas de todo tipo de violencia y respaldo el trabajo de los grupos que en nuestra sociedad están colaborando por revertir y sanar esta situación. Así lo he hecho siempre a lo largo de mis intervenciones públicas y de mis encuentros con asociaciones y colectivos que desarrollan su actividad en este ámbito. Esto es lo que siento, pienso y digo”. A lo que añade: “Nada más lejos de lo que se me atribuye en lo publicado en algunos medios con tanta y total falsedad”.
En relación con el testimonio de la joven víctima, Herráez señala que “es lamentable que, en una sociedad democrática, que se fundamenta en el respeto a la dignidad de las personas, una mujer tenga que llegar a anteponer incluso su vida por la defensa de su propia integridad, como lo hizo Marta Obregón”. Algo que, alega, se sigue dando en tantas víctimas que sufren “el flagelo del abuso físico y psicológico causado a las mujeres”.
Algo que también refleja, para el prelado, la vivencia de la castidad, “una virtud hoy poco valorada, que nos ayuda a orientar el amor y la entrega hacia su plenitud y belleza más singular”, concluye la nota.