La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) vuelve a hacer del verano un momento idóneo para la formación. Unos 300 trabajadores participarán, hasta el domingo 21 de julio, en unos cursos que este año tratarán de fomentar, con el papa Francisco, la “cultura del encuentro” frente a una economía “injusta y deshumanizadora”. La página web y las redes sociales de la organización se volcarán en estos cursos.
La sede de esta escuela de verano de 2019 es la ciudad de Salamanca y el lema va en sintonía con el objetivo: “’Una cultura del encuentro para superar la economía del descarte”. En la presentación de los cursos, el presidente de la HOAC, Gonzalo Ruiz, ha definido la propuesta como un espacio en el que “reflexionar y ahondar en las dificultades y planteamientos del mundo obrero y del trabajo”. “Es necesario generar una nueva atmósfera cultural, una nueva mentalidad, que haga posible una sociedad decente y el trabajo digno”, destacó ante los medios.
Ante un callejón sin salida
La propuesta cristiana en el mundo del trabajo, para Ruiz, invita a “no conformarse con una sociedad configurada por una economía profundamente injusta y deshumanizadora”. Algo necesario ante el “callejón sin salida” generado en una sociedad en la que hay “8,5 millones de personas en exclusión, 1,2 millones más que en 2007. En ese año, había 600.000 personas en exclusión severa y ahora hay 1,8 millones. Si esto lo unimos a la degradación del planeta, estamos, como dice Francisco, en un callejón sin salida. O tomamos medidas drásticas o iremos dejando a millones de personas en la cuneta”, denunció.
Además, en el mundo laboral también se notan los brotes xenófobas. Para ello ha propuesto “una nueva cultura que propicie el encuentro y ponga a la persona en el centro”, lo que pasa por tener unas “condiciones de trabajo más dignas que permitan a las personas vivir con dignidad”. Por ello, ha destacado el responsable de Formación de la HOAC, Berchmans Garrido, en los cursos tomará forma esta propuesta, mirando al “horizonte de cambio de paradigma económico, de trabajo digno y de sociedad decente”, tal como pide el Evangelio, para generar una “cultura de fraternidad y solidaridad”.