En España hay 9.151 monjas y monjes de vida contemplativa y la mayoría de ellas acaba el mes en números rojos. Y muchas no pasan hambre gracias al Banco de Alimentos. Casi nada queda del esplendor de antaño en los 783 monasterios de vida contemplativa que resisten en nuestro país, muchos fundados o sostenidos en tantas ocasiones por la nobleza, que enviaban allí, con sus propias criadas, a las hijas que no había podido bien casar o para enmendar cualquier entuerto mundano.
Hoy la realidad, muy desconocida, es otra. Hoy, la vida contemplativa, una opción llena de renuncias, está plagada de sacrificios que no tienen que ver con mortificaciones pasadas, cuanto con los desvelos para cubrir sus necesidades básicas. Y para muchas abadesas, esta es una lucha que se repite cada día. “Mis hermanas me piden que no me venga abajo y que luche por la vida y por esta comunidad. Y que no me asuste. Y sus palabras y gestos me están ayudando”, reconoce sor Jessy, la superiora del convento de las trinitarias de Martos, en Jaén, a la que tampoco le salen las cuentas e implora, literalmente, poder seguir vendiendo dulces a la multinacional Valeo para los regalos de Navidad de los casi 3.000 empleados que tiene en la localidad andaluza.
Resistir gracias a las pensiones de jubilación
Hoy por hoy, los únicos ingresos fijos que llegan hasta ese convento, fundado en 1595 y que acoge a una docena de monjas, son 3.300 euros mensuales gracias a seis pensiones de jubilación. Sor Jessy afirma que están dispuestas a aprender a realizar otros trabajos que les encomienden. Quieren trabajar. Necesitan trabajar. Los dulces son estacionales. Y eso que ellas producen de mucha variedad. Así van rascando ingresos extras. Pero el grueso, hasta ahora, eran las ventas a Valeo, la planta que fabrica faros y pilotos para las grandes casas de automoción, pulmón económico de esa población. Para ello arreglaron el obrador y compraron maquinaria. Afrontaron la inversión gracias a la ayuda de Cáritas, las parroquias de Martos y Claune”, el instituto pontificio para la ayuda a la vida contemplativa. La cosa iba bien. Y Valeo les encargó durante dos campañas consecutivas 3.300 cajas de cada vez.
Pero esta Navidad no es seguro que los trabajadores de esa fábrica vuelvan a catar los dulces de las trinitarias. “Nos han dicho que, por política empresarial, la tercera vez tienen que cambiar de proveedor. Les hemos dicho que por favor lo reconsideren, que nos los sigan encargando, que hemos tenido que hacer una gran inversión…”. ¿Y si no se lo encargan? La religiosa suspira hondo. “Es una pregunta muy dura. No sé qué vamos a hacer…”.