“Miremos a la humanidad sufriente en los refugiados, en los excluidos, en los migrantes forzosos, en los pobres, en las víctimas inocentes de tanta violencia sin sentido, que nos conmueven”. Así se ha referido hoy el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, durante su homilía en la festividad del Apóstol Santiago, que este año se ha celebrado en la iglesia de San Martín Pinario, a donde se ha trasladado el culto debido a las obras en la catedral.
“El otro es siempre una llamada, y a veces lo convertimos en un peligro. La incertidumbre nos desasosiega y nos lleva a medir y valorar todo según su utilidad y rentabilidad descartando a personas que ya no pueden seguir esperando. Ante esto nos replegamos fácilmente en la emotividad pero la respuesta en medio de la confrontación como dice el Papa es la cultura del encuentro”, ha añadido con énfasis el prelado.
En sus palabras, Barrio ha recordado que “la Iglesia fue llamada a ser servidora de la humanidad, y se apoya en el amor servicial a todos, pero especialmente a los pobres, posibilitando la salvación. Por eso, las relaciones de la Iglesia con la sociedad son de diálogo y ayuda mutua”. Porque “la Iglesia no busca ocupar espacios sino iluminar con la luz del Evangelio las realidades en que nos encontramos. No se mira a si misma sino a la humanidad. No caigamos en el riesgo de ir cada uno a lo suyo y del sálvese quien pueda, aferrándonos a soluciones provisionales que se presentan como definitivas”, ha aseverado para afirmar: “Nuestros prejuicios nos impiden progresar como discípulos de Jesús”.
La solemnidad del apóstol Santiago “nos motiva a reavivar nuestra identidad cristiana, reconociendo la dignidad sagrada de la persona, cuya vida hay que respetar y defender en cualquiera de las circunstancia”. Y ha continuado: “Es necesario dejarnos interpelar para encontrar las respuestas verdaderas a nuestras preguntas aunque a veces sean incómodas. Alejarnos de Dios nos convierte en un haz de preguntas sin respuestas”.
Barrio ha señalado que “la visión cristiana genera un juicio cultural y una experiencia de vida significativa para todos, siendo imprescindible el diálogo basado en la razón común. La fe en Cristo ilumina nuestra existencia, pero a veces tenemos la sensación de vivir de rentas en lo que a la fe se refiere, sintiendo agobio al tratar de responder a los perennes interrogantes sobre el sentido de la vida presente y futura”. Asimismo, indicó que “necesitamos quitar muchos escombros de la superficie de nuestra conciencia, de nuestra alma, de nuestra inteligencia, de nuestra sensibilidad para entender el auténtico significado de esta realidad”. Y es que “el cristianismo es una propuesta que cambia la vida humana con una orientación absolutamente nueva”.
En este mismo sentido, ha remarcado que “el apóstol Santiago comunicó esta novedad, implicando su vida hasta el martirio. Cristo resucitado, que posibilita actuar con la libertad de los hijos de Dios, autentifica el testimonio apostólico. Cambia la vida de quien se adhiere a Él, advirtiendo que el verdadero liderazgo de su discípulo está en servir en medio de pruebas y sufrimientos”. Además, ha explicado que, “a veces, entendemos la autoridad como promoción y honor, ambición y prestigio, dominio y arbitrariedad, utilizando a los demás como peldaños para escalar la cima y desechando valores religiosos y morales para que nada se oponga a nuestras pretensiones. La renuncia y el sacrificio son necesarios en nuestra civilización. Nos hacemos más grandes rebajándonos, siendo esta la clave del verdadero humanismo”.
Por último, Barrio, dirigiéndose al delegado regio, Xosé Sánchez Bugallo, alcalde de Santiago de Compostela, quien en esta ocasión ha sido el encargado de hacer la tradicional Ofrenda Nacional, ha remarcado que “el apóstol Santiago, asiste y protege al papa Francisco y a la Iglesia que peregrina en España. Confío con su intercesión a todas las personas de España, especialmente a los gallegos, a vivir la alegría del amor, construyendo una sociedad en el camino de la esperanza”.
Tampoco se ha olvidado el prelado de recordar a las víctimas del accidente de Angrois. “Ninguno de nosotros puede olvidar esa sombra de dolor que en vísperas de su celebración se extendió en la ciudad por el accidente ferroviario”. Y, antes de concluir, ha hecho su última petición: “Intercedamos por nuestros gobernantes, para que sepan encontrar, en diálogo sereno y respetuoso con la verdad, soluciones a los problemas políticos, sociales y culturales; y para todas aquellas personas que están ofreciendo sus mejores esfuerzos para responder a las demandas del bien común, especialmente educando a niños y jóvenes”. Amén.