En el amanecer de este 26 de julio, ha muerto, a los 82 años, el cardenal Jaime Ortega Alamino, figura clave de la Iglesia cubana y del país. Y es que ha sido uno de los grandes artífices de la etapa de apertura que se vive en las relaciones Iglesia-Estado con el régimen comunista controlado durante cinco décadas por los hermanos Castro y que ahora lidera Miguel Díaz-Canel, y por la que ahora la propia entidad eclesial ha hecho sus propias propuestas en el proceso de elaboración de una nueva Constitución.
Nacido el 18 de octubre de 1936 en Jagüey Grande (Matanzas), fue ordenado sacerdote hace 55 años. Durante 41 fue obispo, ejerciendo la práctica totalidad de su magisterio (38 años) en La Habana, siendo reconocido por Juan Pablo II al nombrarle cardenal hace 16 años.
Mediador con el Estado
En su ejercicio pastoral como arzobispo de La Habana, una de sus principales preocupaciones fue mediar con el Estado para conseguir los necesarios permisos y la financiación que permitieran construir un nuevo seminario para la Iglesia cubana.
A nivel político, también intercedió por la liberación de presos políticos y se ofreció, como el hombre de puentes que era, a tratar de plasmar unas mejores relaciones con Estados Unidos.
Tres viajes papales
Muestra de la importancia de su figura es que, como arzobispo de La Habana, fue el gran artífice de las histórica visita de Juan Pablo II a Cuba, en 1998, siendo la primera vez que un pontífice visitaba la Isla. En 2012 repitió el hito con Benedicto XVI y, en 2015, con Francisco, que se entrevistó con los dos hermanos Castro.
Este fue su último gran logro. Poco después, el 26 de abril de 2016, Bergoglio le aceptó su renuncia por edad. Le sucedió Juan de la Caridad García Rodríguez, hasta entonces arzobispo de Camagüey.