La catedral de Palencia, la catedral de San Antolín, la que se dio en llamar la Bella Desconocida, cumplirá 700 años en 2021. Y lo hará transformada, restaurada, renombrada, tanto que ahora sí que puede afirmarse que es, por fin, la Bella Reconocida. Así lo afirma José Luis Calvo, delegado diocesano de Patrimonio Artístico y canónigo fabriquero de la catedral palentina: “Ahora ya es la Bella Reconocida. Abierta al culto y al turismo de una forma progresiva, racional y adecuada con los tiempos. Es lo que estamos intentando”.
Ese contrapunto de “La Bella Reconocida” es, precisamente, la denominación de un proyecto cultural que arrancó en 2015 y que pretendía difundir su monumentalidad como el espléndido templo gótico y renacentista que es. Culmina con un considerable esfuerzo económico: “La catedral está inmersa en unas obras de restauración que comenzaron en septiembre del 2018 y que concluirán el 31 de diciembre de 2019. Por un montante de 2.450.000 euros, que aporta el Ministerio de Fomento, la Junta de Castilla y León y la diócesis, que no el cabildo”, aclara Calvo.
Un siglo sin hacer obras
“Están promovidas por la diócesis de cara a que la catedral –prosigue– esté a punto para celebrar el VII Centenario de la catedral gótica. Porque Palencia ha tenido tres catedrales: la visigótica del siglo VII, de la que conserva la cripta de San Antolín; la catedral románica del siglo XI y XII, de la que se conservan restos; y la catedral gótica, que se inició el 1 de junio de 1321. Por tanto, el 1 de junio de 2021 cumplirá setecientos años desde que se puso la primera piedra”.
El canónigo fabriquero hace de guía, enseña y explica: “Son obras muy significativas porque hace más de cien años que no se realizan aquí obras de esta importancia”. Y enumera: “¿En qué consisten? En la restauración de bóvedas de las naves, de capillas, de paramentos, de la torre y la fachada occidental, que son obras de cantería. También se lleva a cabo no solo la restauración de las bóvedas, sino toda la decoración renacentista. Esos pinjantes del siglo XVI, las decoraciones que se ponían en la intercesión de los nervios de la clave de las bóvedas, son extraordinarios”.
