Para el cardenal Gualtiero Bassetti, arzobispo de Perugia y presidente de la Conferencia Episcopal italiana (CEI), la sociedad – y, en concreto, la italiana – no necesita ni profetas ni grandes hazañas ante la realidad migratoria que atraviesan los países del Mediterráneo. Más bien, lo que necesita son “cristianos auténticos, mansos y revolucionarios al mismo tiempo”. “Mansedumbre porque recuerda la fe y la sobriedad de la conducta” y revolucionarios “porque significa ir contra el espíritu del mundo: egoísta, nihilista, consumista y xenófobo”.
Así lo ha explicado el purpurado a L’Osservatore Romano en conclusión a una serie de revistas que el periódico del Vaticano ha llevado a cabo con la intención de abrir un debate en el que creyentes y no creyentes se planteen la “profunda crisis que atraviesa la sociedad actual”, así como el papel que puede desempeñar la Iglesia ante esto.
“Obviamente, sin duda necesitamos una mirada profética”, matiza, “y nosotros, como Iglesia italiana, tratamos de poner en práctica la profecía de La Pira sobre el Mediterráneo, creando un encuentro con todos los obispos del Mediterráneo, en nombre de la paz, de los pobres y del diálogo entre las diferentes culturas y religiones”.
Captar los signos de los tiempos
Bassetti ha hablado también del “excepcional cambio de época” que atraviesa la sociedad actual, marcado por “dos grandes fenómenos: la globalización que ha trascendido las antiguas fronteras geográficas, culturales y morales del planeta, desplazando el centro de gravedad del mundo hacia el Este; y la crisis económica de 2008 que rompió todo tipo de certezas sociales, psicológicas y de identidad de la sociedad occidental y en particular de Europa”. Una realidad que “inevitablemente” ha debilitado “las estructuras de los Estados nacionales y han hecho la vida más difícil para la gente, ha habido una secularización que ataca los fundamentos de la vida de la Iglesia”.
Esta ha sido una secularización no sólo ideológica, sino “banalmente consumista y nihilista”, en la que el “sálvese quien pueda, “primero defiendo mis intereses y mi deseo es un derecho podrían ser los lemas”. En esta situación, “el mensaje cristiano escandaliza inevitablemente al hombre moderno”, ya que ensalza “lo sagrado de la vida, la santidad de la familia y escandaliza la pobreza”.
Ante todo ello, para Bassetti, la Iglesia debe ser capaz de “captar los signos de los tiempos y de discernir”. “Para ser auténticamente la sal de la tierra, no necesitamos proyectos de ingeniería pastoral, sino la humildad y la fe de los pequeños”, una Iglesia que “muestre al mundo la gloriosa cruz de Cristo y anuncie la buena nueva con pura alegría, sin sectarismos ni fanatismos”.