Si hablamos de Hoolywood, uno de los nombres que vienen a la mente de todos es el de Gary Cooper (1901-1961), ganador de tres Oscars y protagonista, entre otras, de películas como ‘Adiós a las armas’, ‘El secreto de vivir’ o ‘Solo ante el peligro’.
En la mayor parte de su vida se mantuvo alejado a la fe, pero en su posterior conversión desempeñaron un papel fundamental su mujer, Verónica Balfe (de la que jamás se separó, pese a las numerososas infidelidades del actor), y su hija única, María. Ambas, católicas convencidas, influyeron mucho a la hora de testimoniar ante él una creencia profundamente humanista.
El gesto cómplice del Papa
En este sentido, un hito muy importante ocurrió el 26 de junio de 1953, cuando acompañó a su mujer y a su hija a una audiencia privada con el papa Pío XII. En la biografía que escribió posteriormente sobre su padre, María recordó así ese momento: “El entusiasmo nos embargó a todos a medida que se aproximaba la audiencia con el Papa. Estábamos todos en una sala dorada del Vaticano con una veintena de invitados más. Habíamos comprado rosarios, anillos y medallas para que los bendijera Su Santidad, y papá tenía un buen puñado de esos objetos en sus manos. Cuando el Papa llegó a su lado, quiso arrodillarse para besarle la mano, y perdió un poco el equilibrio. Se le cayeron entonces todas las medallas, perlas y rosarios, que rodaron con estrépito por toda la habitación. Algunas quedaron bajo el manto del Pontífice, que supo sacar a mi padre de su monumental vergüenza con una sonrisa y un gesto de comprensión”.
Poco después, como reconoció María, Gary Cooper empezó a plantearse seriamente su conversión. De hecho, acompañaba a su mujer y a su hija todos los domingos a misa. Él siempre decía que era para “escuchar las fantásticas historias” del párroco, el padre Harold Ford. Este fue el que, desde la amistad y con charlas en las que hablaban de lo humano y lo divino, consiguió que el actor se sintiera hondamente interpelado por la trascendencia.
Amistad en vez de sermones
“No le sermoneó –escribió María– con el azufre y el fuego del infierno, sino que supo hacerse amigo suyo. Mi madre le invitó un día a merendar para que pudiera charlar con mi padre. Y, nada más entrar en la sala de armas, se ganó a mi padre manifestando un gran deseo de practicar la caza y la pesca. En los meses siguientes, fue su compañero inseparable en el buceo, la caza y todo tipo de excursiones”. En esos momentos de dispersión, el padre Ford le describía la esencia del Evangelio.
El paso definitivo llegó con un regalo del sacerdote: el libro ‘La montaña de los siete círculos’, una autobiografía de Thomas Merton en el que este narra su conversión.
Bautismo y muerte
Finalmente, el 9 de abril de 1959 fue bautizado como católico. Como el mismo Gary Cooper declaró en una entrevista en ese tiempo, el suyo fue un camino más, personal y nada extraordinario: “Nunca seré un santo. Lo sé. Nunca he tenido esa fortaleza. Lo único que sé es que estoy intentando ser un poco mejor. Quizás lo consiga”.
El icónico actor murió solo dos años después, el 13 de mayo de 1961, víctima de un cáncer de próstata. Su hija relató aquel tiempo de enfermedad como un ejemplo de aceptación y humildad. En verdad, el Evangelio de Jesús dejó sus semillas en el alma de Gary Cooper.