El padre Mario Guerrero, de 74 años de edad, no tiene duda de que su misión en la vida es el sacerdocio; pero también tiene claro que los dones que Dios le ha dado debe ponerlos a trabajar, y en este sentido, desde hace 50 años practica el ilusionismo para bajarle a la gente “un pedacito de cielo y hacerla reír”.
En entrevista para Vida Nueva, el sacerdote originario del estado de Chihuahua, Chihuahua, explica que empezó a hacer “magia” desde que era seminarista con el deseo de llevar un poco de alegría a aquellas personas que veía tristes.
“Desde joven, cuando terminaba la catequesis, prendíamos una fogata y organizábamos juegos; la gente se ponía feliz, era una manera de que disfrutaran, gozaran y les atrajera más la vida de Cristo”.
El sacerdote trabaja actualmente en la Rectoría de San José de la Montaña en la colonia Escandón de la Ciudad de México, y colabora en una institución a nivel nacional de ayuda de los sacerdotes ancianos y enfermos.
El padre Guerrero recuerda que fue en la Ciudad de México, en 1968, mientras estudiaba Teología, que conoció a varios magos y empezó a realizar pequeños espectáculos: “me fui involucrando más con ellos, e incluso empezaron a invitarme a algunas convenciones en Texas, Estados Unidos”. Fue en 1973 cuando se ordenó sacerdote.
Durante 10 años estuvo trabajando en la Sierra de Chihuahua en una capilla al aire libre; al terminar se ponía un saco, se subía a una camioneta y hacía magia para divertir un poco a los fieles. También ha hecho magia en otros países, incluso en la ciudad Roma, donde estuvo a nada –dice– de hacer magia para el papa Juan Pablo II.
El sacerdote afirma que como mago ha sido muy bien aceptado, aunque no han faltado las personas que lo critican por considerar que la magia es algo malo. “Tienen el concepto de la magia que está relacionada con la maldad, pero la magia que yo hago tiene que ver con la diversión, la habilidad, el asombro y la sorpresa”, explica.
El sacerdote-mago señala que la manera en la que difunde el Evangelio de Cristo podría parecer un poco elemental, pero es efectiva, pues las personas, al ver que hace cosas divertidas, le toman confianza y se acercan a él. “A través de esa relación más cercana, busco acercarlos a Dios. También, en confirmaciones y primeras comuniones, hago algunos juegos de magia para niños que se prestan para hablarles de la fe”.
Es sabido que a todos los magos les gusta lo que se le llama la “magia de cerca”, y el padre Mario Guerrero no es la excepción: “cuando la gente está muy cerca del mago y pese a ello no logra ver el truco, queda asombrada; para ello, por lo general utiliza cartas o barajas.
El sacerdote no cuenta con redes sociales, pues no le interesa la fama; recuerda que de joven lo invitaron a participar en un programa de televisión, pero rechazó la oferta, pues –dice– “de la fama no queda nada. A mí me interesa vivir el momento con la gente, estar con ella, disfrutar y gozar. Recuerdo que un niño en Puebla me dijo que había sido el día más feliz de su vida; con esas palabras está uno pagado, para qué quiere más”.
“En fin, todo aquello que sirva para bajarle un pedacito de cielo a la gente y hacerla reír, vale la pena, ya sean niños, jóvenes, obispos, pobres. Dios me ha dado dones, y hay que ponerlos a trabajar sin andarlos presumiendo”, afirma.