América

El obispo clown: de Venezuela para el mundo

  • Se trata de Mario del Valle Moronta Rodríguez, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, quien practica este arte para acercarse más a su feligresía
  • Vida Nueva conversó con el prelado para conocer con mayor profundidad esta faceta ‘sui géneris’ dentro del mundo episcopal





No hay registros, al menos en el gran motor de google, que rindan cuenta de un obispo que personifique a un clown, que a diferencia de un payaso, esta representación busca aleccionar desde los sueños, temores y esperanzas. Sólo él ha tenido ese privilegio en América Latina, especialmente en su natal Venezuela, hoy duramente golpeada por la crisis. Se trata de Mario del Valle Moronta Rodríguez, obispo de San Cristóbal, en el estado de Táchira al oeste del país, quien además cumple funciones como vicepresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana.

Vida Nueva conversó con el prelado para conocer con mayor profundidad esta faceta ‘sui géneris’ dentro del mundo episcopal. “Algunos hermanos obispos, sobre todo los más cercanos me dicen – en un tono fraternal – solamente eso se te ocurre a ti”, ha dicho.

De la mano del Cristo de La Grita

Con las festividades del Santo Cristo de La Grita, realizadas en su diócesis en el mes de agosto, desde hace unos 5 años el obispo decidió personificar a este clown, aún sin nombre, para bendecir de una manera distinta a su feligresía. “Cuando lo represento pienso que uno es un servidor”, comenta.

Todo empezó el día que “hicimos la oración de los niños, se apareció alguien con una peluca de payaso y me la colocaron. Al año siguiente los servidores del santuario habían conseguido un disfraz y me pidieron hacerlo, yo dije que con mucho gusto. No es que sea un artista ni mucho menos, porque no soy experto en esto, pero creo que fue un instrumento para poder bendecir a los niños y atraer sobre todo a los padres y madres”.

Su rutina es muy sencilla, sin aires de ser artista, este momento lo concibe para bendecir especialmente a los niños. Primero comienza con el saludo de rigor, juega y baila con los niños. Sale en procesión hasta llegar al santuario del Cristo, allí hacen una oración muy sencilla entonada por los propios pequeños para pedir por sus familias.

“Le rezamos a la virgen y terminamos con el padrenuestro. Hay un momento que tomamos a uno de los niños más pequeños o al más vulnerable, porque tiene alguna enfermedad, y  se lo ofrendamos al Santo Cristo para bendecirlo”, agrega Moronta.

Ser puente entre niños y jóvenes

El obispo siempre ha estado claro: “uno tiene que aprender a tratar a los niños, a los adultos y a los jóvenes, son cosas que uno pone en práctica desde cuando era párroco”. Con el paso de los años, este obispo clown ha ganado más seguidores, es el caso de los jóvenes de la pastoral universitaria de la Universidad Católica del Táchira, que se le han sumado a su causa.

Además de esta faceta, Moronta tiene muchos ases bajo la manga, cuenta con un cúmulo de estrategias para acercarse más, como él menciona, a los ‘chamos y chamas’. Hay en el año fechas clave como el encuentro de los jóvenes con el obispo en el mes de febrero cuando se celebra el día de la juventud y el encuentro con los niños en agosto durante la fiesta de Nuestra Señora de la Consolación, allí echa mano de su bagaje de técnicas.

“Trato de aprender y aprovechar  todas las técnicas que uno va leyendo en la  teología pastoral, con los jóvenes uno tiene que tratar siempre de ser como ellos. La idea  es que sea como un medio, que sea como un puente para sintonizar con los muchachos y demostrarle que el obispo es alguien que no está por allá por las nubes o está en una oficina encerrado o en la cúspide de la pirámide, sino que uno forma parte del pueblo de Dios con una gran responsabilidad como pastor que conoce y tiene que ser conocido”, ha resaltado.

Evangelizar por todos los medios

El prelado no sabe a ciencia cierta si alguno de sus hermanos obispos en Venezuela o el mundo se vale de estas herramientas histriónicas para llegar a su parroquia. “Yo me imagino que debe haberlo, pero no tengo noticias aún”, expresa. De lo que sí está seguro es que “la mayoría de la gente lo recibe con mucho cariño, alguno tal vez lo ven con extrañeza que el obispo lo haga, en el fondo hay una aceptación que nos permite llegar, tocar, ser tocados”.

A guisa de conclusión señala: “si no nos hacemos como niños no vamos a entrar en el reino de los cielos, pero si no nos acercamos con los medios de los cuales disponemos tampoco nos conectaremos con la gente”.

Lo que comenzó como una dinámica teatral, hoy se convierte en ese pastor vestido de clown que sale al encuentro, es una historia digna de ser imitada desde las diversas vertientes y carismas, porque para Moronta – quien desde la denuncia ha levantado su voz – también desde la sonrisa, con su traje multicolores y nariz roja regala una palabra de aliento para sanar las heridas de su pueblo sufriente, pero con la esperanza que todo algún día cambiará.

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