Capurganá y Sapzurro son dos corregimientos del municipio de Acandí, del departamento del Chocó, en el noroccidente de Colombia, colindantes a la frontera colombo – panameña y sólo se puede acceder a ellos por vía aérea o marítima. Son poblaciones conocidas por su gran valor turístico, pero bajo ese halo paradisiaco que atrae a extranjeros venidos de todo el mundo, se esconde una situación dramática, es el último destino de muchos migrantes venidos de América Latina, el Caribe y extracontinentales como África y Asia. Es el paso de la muerte en Colombia en pos del llamado “sueño americano” aún a costa de la vida misma.
Aurelio Moncada es el párroco de esta zona,luego de 8 meses que Hugo Alberto Torres, obispo de Apartadó, le encomendara la tarea de acompañar a migrantes y pescadores, ha vivido situaciones extremas. A sólo 5 días de su llegada, el 28 de enero de 2019, ocurrió un naufragio, en el que viajaban migrantes africanos, y de 30 personas solo sobrevivieron 10. En conversación con Vida Nueva ha contado historias que literalmente parten el alma.
“Esta embarcación llevaba sobrecupo y exceso de equipaje, no cargaban chalecos salvavidas, el conductor de la embarcación y ayudantes estaban en estado de embriaguez, además que iban a mucha velocidad, eran 4 embarcaciones y una de ellas fue la que naufragó”, recordó el sacerdote sobre cómo zozobró la embarcación.
Con la tragedia llegaron algunos sobrevivientes a la parroquia: “Una señora de la República Democrática del Congo, quien había perdido a cuatro de sus hijos y a su marido, también otra mujer de Angola que perdió a tres de sus hijos y sobrevivió solo uno llamado Manasés”.
Por ese entonces decidió grabar un vídeo – cual botella lanzada al mar – para abogar por estas mujeres ante el gobierno colombiano y panameño, pero la tan esperada respuesta de ayuda nunca llegó. Ambas mujeres, con su dolor a cuestas, continuaron su camino con destino final en EEUU. A lo sumo el sacerdote pudo integrarse a unas mesas de seguridad animadas por el gobierno local, que “no tenía idea ni un protocolo para abordar estas situaciones”.
“Ellos no conocen lo que se encontrarán en esta frontera, incluso hasta creen que es muy fácil pasar”, explica el sacerdote en alusión al llamado tapón del Darién, un área selvática y pantanosa, donde millares de migrantes han perdido la vida al intentar atravesarlo. “Es una zona muy intrincada, peligrosa, bordeada de selvas y cerros con profundos acantilados”, ha dicho.
“Quiero decir que las trochas, que es el camino por donde pasan los migrantes, hay que declararlo camposanto por la gran cantidad de fallecidos, tratando de cruzar el tapón de Darién, aunque no se tiene registro de ello, podemos decir que son innumerables”, ha señalado el presbítero.
Además son muchas las situaciones difíciles por las que deben pasar quienes han decidido hacer tránsito en Panamá por este paso selvático. “Ocurrió con un joven cubano, robusto y fuerte, quien murió infartado subiendo uno de los cerros, por ello las probabilidades de supervivencia pueden ser escasas para cualquier tipo de persona”.
Una de las historias que más han conmovido al padre Aurelio fue la una madre cubana que iba subiendo el cerro y su pequeño hijo cayó por un acantilado. En su desespero la mujer baja auxiliarlo, pero ya era tarde, el niño estaba muerto. La madre se suicida en el lugar.
“Imagínense entonces la situación psicológica por la que pasan estas personas, que se encuentran en medio de la selva en este camino tan peligroso”, ha señalado.
Sin embargo ¿de quién es la responsabilidad que la gente muera por ese paso? A juicio del presbítero “aquí hay una responsabilidad muy grande” de las autoridades de los dos países, porque “en estas rutas no hay ningún tipo de cuerpos de seguridad, todas estas personas van por allí sin ningún tipo de protección, esto hay que considerarlo y a la vez denunciarlo porque es muy lamentable dejar solas a estas personas”.
A todas estas la Iglesia colombiana no se ha quedado de brazos cruzados, así como lo viene haciendo por pasos fronterizos más concurridos como los de Cúcuta (frontera con Venezuela) y en Rumichaca (frontera con Ecuador), Capurganá y Sapzurro se han convertido también en zonas de considerable flujo migratorio.
Es así como la Pastoral Social Cáritas Colombia, gracias al apoyo Cáritas Luxemburgo y Puentes de Solidaridad, se ha establecido un programa de atención a población vulnerable en situación migratoria para buscar otros protocolos de protección y evitar historias lamentables en el tapón de Darién.
“Me han involucrado en este proyecto como trabajador social para atender a la población migrante de tránsito, no atiendo a refugiados, porque los que pasan por Capurganá son extracontinentales o vienen de Chile o Brasil. También he atendido personas de Bangladesh, la India, africanos, haitianos y cubanos, estos últimos ya han bajado en afluencia porque Nicaragua le abrió fronteras”, ha explicado.
Por ahora – en virtud de la situación – es prioritario crear un corredor humanitario para atender a estas personas, pues “las autoridades de ambos países lo saben, pero se hacen la vista gorda”. Aunque por no cuenta con un equipo de trabajo, está aunando esfuerzos en ese sentido, porque cada día “están llegando muchas familias haitianas y africanas con niños en brazos, mujeres en embarazo, padres con 4 y 5 niños”.
De igual manera, con equipo o no, Aurelio seguirá en salida, no en balde en sus casi 8 meses, la vida le ha cambiado, está dispuesto a seguir apostando a la cultura del encuentro, seguirá denunciando las injusticias como el buen profeta que es.