Pedro Opeka, el misionero de las basuras de Madagascar

  • Candidato al Nobel de la Paz, el religioso argentino, ha implicado a los malgaches en la transformación de un vertedero en una ciudad con 4.000 casas
  • “Creo que la clave es que no solo cree en Dios; también cree que otro mundo es posible”, confiesa

Pedro Opeka, el misionero de las basuras de Madagascar

El papa Francisco visitará Madagascar del 6 al 8 de septiembre dentro de su nueva gira africana que le llevará, además, a Mozambique e Isla Mauricio. En esta gran isla el desarrollo se hace esperar y las consecuencias de la última crisis económica de hace 10 años están muy presentes aún.

Como metáfora de la potencialidad del país, el proyecto del misionero argentino Pedro Opeka, Padre Paúl y aspirante al premio Nobel de la Paz, que ha levantado a lo largo de 30 años toda una ciudad sobre un vertedero es más que una figura retórica. Como relata el periodista Xavier Aldekoa en un reportaje para el diario La Vanguardia, Akamasoa es una “ciudad milagro”.

El paraíso de la acogida

Este lugar se encuentra en una de las periferias de Antananarivo, la capital de Madagascar y que será la base donde resida Francisco durante el viaje. Un gran vertedero donde excavadoras y desdichados ocupan muchas horas de su tiempo, cada uno con un objetivo diferente. Allí llegó en 1989 Pedro Opeka, “vi a cientos de niños descalzos y sucios, quizás miles, compitiendo con los cerdos, las ratas y otras alimañas por restos de comida entre la basura”, relata al periodista.

Ahora en ese mismo lugar las calles están adoquinadas y se han levantado “más de 4.000 casas construidas a mano y pintadas de colores alegres” en las que viven 25.000 personas y se han ayudado a medio millón de malgaches, gentilicio clásico de los habitantes de Madagascar. Y junto a las casas, hospitales, escuelas, bibliotecas, guarderías, dispensarios, centros deportivos… Esta historia forma parte ‘Rebelarse por amor’, el libro en el que el sacerdote de la Congregación de la Misión cuenta su experiencia para “ayudar a mis hermanos a tomar conciencia de que pueden resolver los problemas por medios pacíficos y sobre todo con la verdad”.

La pasión de la gente

Al contemplarlo el misionera, reflexiona: “El dinero es necesario, pero el dinero no ha hecho esto. Ninguna oenegé o empresa podría haberlo conseguido. Fue la pasión de la gente, la lucha de miles de personas por un porvenir y por salir del pozo. No somos sólo una ciudad, somos un movimiento de solidaridad y progreso”. Con razón, se ha impulsado su candidatura para el premio Nobel de la Paz y cuenta con destacadas distinciones, es caballero de la Legión de Honor francesa y caballero de la Orden Nacional de Madagascar.

Su receta: “Creo que la clave es que no sólo cree en Dios; también cree que otro mundo es posible”. Esta es la Iglesia de las periferias que encontrará el papa Francisco en septiembre.

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