El Papa está convencido de que urge una “rebelión pacífica” para que se dé una transformación social. Para Francisco es la vía para frenar el populismo y superar la actual crisis que vive la democracia. Así lo expresa en el prólogo de “La irrupción de los movimientos populares. Rerum Novarum de nuestro tiempo” editado por la Comisión Pontificia para América Latina, recientemente publicado por la Librería Editrice Vaticana. El volumen, coordinado por Guzmán Carroquiry, contiene las actas de las conferencias convocadas por el Vaticano desde 2014 en relación a esta cuestión.
Francisco no tiene ninguna duda de que “el antídoto contra el populismo y la política espectáculo radica en el protagonismo de los ciudadanos organizados, en particular de aquellos que crean, como en el caso de muchas experiencias presentes en los movimientos populares, que en la vida cotidiana otro mundo es posible y se puede luchar por sobrevivir a la oscuridad de la exclusión”.
El Papa argentino confía plenamente en las bases de la sociedad para generar este cambio que promueva una “cultura del encuentro”. Francisco no cree que la última palabra la tengan solo los grandes líderes, las grandes potencias y las elites, sino la gente de a pie y “su capacidad de organizarse”.
Así, en el prólogo, convoca a ponerse manos a la obra al “archipiélago de grupos, asociaciones, movimientos, trabajadores temporales, familias sin hogar, campesinos sin tierra, vendedores ambulantes, los limpiadores de parabrisas de en los semáforos, artesanos de la calle, portavoces del mundo de los pobres, de los excluidos, de los que no cuentan, de los irrelevantes, que tienen olor de barrio, de la gente en general”. Todo ellos se aglutinan en los llamados “movimientos populares” y son para Francisco los artífices que generar una “lucha”, en ellos está “una semilla, un brote que, como la semilla de mostaza, dará mucho fruto : la palanca de una gran transformación social”.
Todo ellos, considera que conforman “una gran alternativa social, un grito profundo, un signo de contradicción, una esperanza de que todo puede cambiar”, a modo de “centinelas que, a pesar de la oscuridad de la noche, escudriñan con esperanza un futuro mejor”. En sus manos está, por tanto, acabar tanto con el pensamiento único como con la dictadura del dinero.
“Esta globalización -señala el Papa en una referencia implícita al fenómeno migratorio- ha generado un nuevo ídolo: el miedo y la seguridad. Un9 de los signos más tangibles es hoy el uso de las armas y la cultura del descarte, una característica de nuestro tiempo que un historiador reconocido definido como la era de la ira. El miedo es ahora el medio para manipular la civilización, el agente que genera la xenofobia y el racismo”. Frente a ello, el Papa reinvidica un “nuevo humanismo, que ponga fin al analfabetismo de la compasión y al progresivo eclipse de la cultura y de la noción de bien común”.