La hermana Lucy Kalapura ha roto su silencio, tras convertirse en un icono de la guerra contra los abusos sexuales a religiosas en la India. “No busco el poder o la fama, continuaré mi lucha. Quiero vivir y morir como monja. Nunca he hecho nada malo en mi vida y estoy lista para enfrentar cualquier consecuencia”, defiende esta consagrada días después de que fuera expulsada de su congregación, las clarisas franciscanas, la religiosa se ha defendido públicamente de las acusaciones lanzadas contra ella por, supuestamente, haber roto el voto de pobreza.
En una entrevista al portal digital indio Outlook, relata el calvario que está viviendo desde que diera un paso al frente para denunciar que había sido abusada por el obispo Franco Mulackal: “La presión ha alcanzado su clímax. Primero, lo plantearon como ‘desobediencia’ contra la Iglesia. Después de dar una respuesta adecuada, ahora están probando diferentes tácticas contra mí”.
Pesimista sobre su futuro
Aunque ha presentado un recurso ante la Santa Sede por su expulsión de la orden, Kalapura admite que “no espero una acción positiva del Vaticano, ya que la Iglesia tiene un historial pobre en defensa de la justicia en estos casos, en tanto que la jerarquía ofrece un poder determinante”. Así, recuerda cómo, una vez que otras religiosas presentaron denuncias contra el prelado, “las autoridades no tomaron ninguna medida contra él”.
Sobre el informe que motiva su expulsión de su comunidad religiosa, Kalapura sostiene que “hay una carta de 20 páginas sobre mis ‘fechorías’, y la mayoría de ellas son mentiras. ¿Es un delito escribir poemas, hablar en canales de televisión y conducir un automóvil?”, se pregunta.
Respaldo popular
Es más, explica con detalle que en el documento se alega que permitió que una persona se quedara en su habitación del convento. “La verdad es que cuando una periodista de 20 años me visitó, le permití quedarse en mi habitación ya que las otras monjas se negaron a abrirle la habitación de invitados. En la carta, parece que fue un hombre el que se quedó”, aclara.
A pesar de esta encrucijada, la religiosa dice sentir el apoyo de “muchas personas que me llamaron y me brindaron su respaldo después de recibir la carta de expulsión. Estoy abrumada por el amor que he recibido de las personas a las que sirvo”.