Etty Hillesum y Anna Frank comparten rasgos fundamentales: ambas eran holandesas, muy jóvenes (la primera una veinetañera y la segunda apenas una niña) y, tristemente, las dos murieron asesinadas en campos de concentración nazis, recogiendo su dolorosa experiencia en un diario. ¿Su delito? Ser judías.
Si bien, hay algo que las diferencia… En su dolor, mirando frente a frente al horror que deshumaniza a millones de personas tratadas como basura, Etty Hillesum encontró a Dios. Y, con Él, sintió un sincero amor por todos los que la rodeaban, incluidos sus verdugos.
Voluntaria en el campo
Fue tal su compromiso con los judíos perseguidos, que, como voluntaria del Consejo Hebraico, trabajó durante un año, entre agosto de 1942 y septiembre de 1943, como enfermera en el campo de concentración de Westerbork. Su condición de voluntaria hizo que varias veces pudiera viajar a Ámsterdam, pasando información a la resistencia antinazi y recogiendo cartas y medicinas para los presos.
Ya entonces, Etty comenzó a plasmar en un diario todo lo que experimentaba, reflejando un proceso de interiorización y, podríamos decir, misticismo. “Las amenazas y el terror –escribió el 18 de mayo de 1942– crecen día a día. Me cobijo en torno a la oración como un muro oscuro que ofrece reparo, me refugio en la oración como si fuera la celda de un convento; ni salgo, tan recogida, concentrada y fuerte estoy. Este retirarme en la celda cerrada de la oración, se vuelve para mí una realidad siempre más grande, y también un hecho siempre más objetivo. La concentración interna construye altos muros entre los cuales me reencuentro yo misma y mi totalidad, lejos de todas las distracciones. Y podré imaginarme un tiempo en el cual estaré arrodillada por días y días, hasta no sentir los muros alrededor, lo que me impedirá destruirme, perderme y arruinarme”.
Final en Auschwitz
Desesperada al fin por la persecución nazi, tras la invasión de Holanda por el ejercito alemán, su familia y ella trataron de evitar una segura deportación entregándose voluntariamente a las SS. Pero ello no evitó su suerte… Los enviaron al campo de concentración más mortífero de todos: el de Auschwitz, en Polonia. Ni sus padres ni sus dos hermanos sobrevivieron a este 1943. El 30 de noviembre, Etty Hillesum murió asesinada. Tenía solo 29 años.
Seguro que, en el último momento, como había hecho en el campo de Westerbork, se refugió en la lectura de los salmos y el Evangelio. ¿Se convirtió del judaísmo al cristianismo? Y qué más da… Una mujer, un alma bella, que unos años antes no sentía ningún aprecio por religión alguna, vio a Dios escondido en las pocas rendijas de humanidad que iluminaban el Holocausto.
La suya es una historia para no olvidar. Para reivindicar y vivir. Afortunadamente, como en el caso de Anna Frank, podemos hacerlo a través de lo que ella mismo escribió.