Era de noche en el pueblo de Nigeria donde vivía Solomon Yuhwan. Mientras dormía, un grupo de pastores fulani entró en su casa y lo asesinaron. No era la primera vez que el joven cristiano vivía esta situación, pero, desgraciadamente, esta fue la última.
Solomon era padre de tres hijos y colaboraba en la Iglesia católica de su comunidad de Dan Anacha, en el estado nororiental de Taraba. Según cuenta su pueblo, fue atacado en varias ocasiones.
En uno de esos ataques, Solomon presenció la muerte de su hermano y, para poder sobrevivir, se vio obligado a fingir estar muerto, entre una multitud de cadáveres. De ese día aún le quedaba la marca de un cicatriz en la mano derecha.
Los pastores fulani son una etnia de pastores nómadas musulmanes que expanden su criminalidad por el conocido Cinturón Central de Nigeria. Aunque las rivalidades por las tierras entre los pastores musulmanes y los agricultores cristianos siempre han existido, en la actualidad, los fulani son un verdadero grupo terrorista. Poseen armas sofisticadas y, a su paso, acribillan aldeas y casas de cristianos, sin piedad.
Su manera de atacar es por las noches: llegan con antorchas y haciendo mucho ruido. Han quemado numerosas edificaciones cristianas, como iglesias y capillas, además de asesinar a mujeres, niños y prácticamente a cualquier cristiano.
Ante esta situación, los obispos han hecho varios llamamientos. La violencia que se vive en el país se ha cobrado la vida de cientos de miles de cristianos. Una de esas vidas es la de Solomon, un hombre de fe, entregado a Dios y a su comunidad. Cargó con su cruz como lo hizo Jesús y, hasta el último día de su vida, dio testimonio del amor de Dios.