México

La Iglesia en México advierte sobre los riesgos de no controlar protestas vandálicas

  • “Decir ‘No criminalizaremos la protesta’ puede ser apenas la punta de un iceberg de dimensiones riesgosas”, asegura
  • “Actuar como autoridad democrática es garantizar la paz, defender los derechos y la seguridad de todos. Lo otro es una omisión hipócrita de responsabilidades elementales”, le recuerda al Gobierno de la Ciudad de México





Luego de la marcha que cientos de mujeres protagonizaron el pasado 16 de agosto en la Ciudad de México para denunciar la violencia de género, y la cual concluyó con múltiples destrozos en mobiliario urbano, la Arquidiócesis de México hizo un llamado a las autoridades a no permitir que estos actos vandálicos sigan ocurriendo.

Para la Iglesia en la Ciudad de México, reaccionar a la violencia con métodos que toleran y fomentan la impunidad, sin atender sus causas profundas –como se le acusa al Gobierno de Claudia Sheinbaum– es parecido a “querer curar un cáncer con grageas de chocolate”.

A través del editorial de su órgano oficial de información, Desde la fe, la Iglesia que encabeza el cardenal Carlos Aguiar Retes aseguró que más allá de la contradicción que implica un desenlace vandálico en una marcha que se convoca para denunciar la violencia de género, los ciudadanos y las autoridades deben ser sensatas para seguir resolviendo la violencia generalizada, “comenzando desde la cercanía de lo doméstico, en los ámbitos laborales, en la conversación pública, en los medios y las plataformas digitales, y hasta en las instituciones públicas”.

Recordó que la violencia es un “monstruo de mil cabezas y una de sus formas más dañinas y contumaces es la que se enmascara como acción políticamente correcta, pero que infringe daño y abuso contra víctimas inermes, resignadas y abandonadas a soportar más allá del colmo”.

Remedios superficiales y dulzones

Al referirse al Gobierno de la Ciudad de México, que en repetidas ocasiones se ha limitado a decir que no caerá en provocaciones, el texto consideró que expresiones retóricas tan fáciles y tan oficiales como “no criminalizaremos la protesta” pueden ser apenas la punta de un iceberg de dimensiones riesgosas.

Por ello -continuó– sigue siendo urgente una “atención profunda, permanente y eficaz, pues de continuar con remedios superficiales, ocasionales y dulzones, sólo le estaríamos apostando a una violencia mayor”.

También recordó que actuar no es sinónimo de reprimir. “Actuar como autoridad democrática es garantizar la paz, defender los derechos y la seguridad de todos. Lo otro es una omisión hipócrita de responsabilidades elementales”.

No obstante, también dejó en claro que una mano dura que tome el camino de la represión es tan reprobable como una mano blandengue que ignore el camino de responsabilidades y derechos, “que diga que va a arreglar todo con abrazos amorosos o tolerando impunidades selectivas. Ambas manos también se constituyen en catapulta de una violencia latente que tarde o temprano se vuelve más difícil de contener en el marco de las instituciones y las leyes”.

Por último, el texto señala que México necesita encontrar el camino ordinario y estable hacia el ejercicio de derechos, la paz y el respeto. “Ojalá que no nos conformemos con mesas de diálogo donde no se dialoga, donde cada participante representa por intereses parciales y no la búsqueda del bien común. Mucha violencia, sutil o explícita, pero capaz de hacer daño, puede esconderse entre las líneas de lo políticamente correcto”.

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