“‘Todo el arte es religioso’, solía afirmar mi padre, profunda reflexión concebida al advertir en la belleza el trasunto de lo divino. Si la Naturaleza fue siempre un punto de partida para Venancio Blanco, una lección constante, no lo fue menos su condición de hombre de fe”. Lo dice Francisco Blanco Quintana, presidente de la Fundación Venancio Blanco, ante la extraordinaria –y singular– exposición ‘Et Incarnatus Est’ en el claustro de la catedral de Burgos.
No es una muestra más, ni una retrospectiva con las 29 obras religiosas más importantes de Venancio Blanco (Matilla de los Caños del Río, Salamanca, 1923-Madrid, 2018). Es la primera vez que se reúne –apenas un año y medio después de su muerte– la Pasión como gran tema de su escultura neofigurativa y cristocéntrica. “Hasta que no vimos el conjunto de las obras que habíamos seleccionado para esta exposición, no nos dimos cuenta de que, en su mayoría, representaba el tema de la Pasión de Cristo. Por eso la focalizamos ahí”, explica la comisaria, Nuria Urbano.
Y es ahí, en la Pasión –en ‘Domingo de Ramos’ (1974), ‘Sagrada Cena’ (2001), ‘Nazareno’ (1963), ‘Cristo-Hombre’ (1974) y ‘Hombre-Cristo’ (1974), ‘Calvario’ (2002), ‘Piedad’ (1974) o ‘Cristo que vuelve a la vida’ (1997)–, en donde el escultor manifiesta su esplendor, la innovación, el genio, pero también donde el hombre descubre la dimensión de su fe.
“Para Venancio, y como artista plástico, el tema de la Pasión era de tal dramatismo y expresividad que suponía todo un aliciente –relata Urbano a Vida Nueva–. Toda esa tensión y contención que encierra la Pasión era muy sugerente, y más para un artista que siempre se confesó religioso. Por eso le interesó siempre concentrarse en intentar comprender ese momento en la vida de Jesús”.
Nuria Urbano, también directora de la Fundación Venancio Blanco, reflexiona sobre tres obras maestras, tres tallas de esa Pasión desbordada y reflexionada presentes en la sala Valentín Palencia de la Catedral de Burgos: ‘Nazareno’ (Fundación Venancio Blanco, 1963), ‘Calvario’ (Fundación Mapfre, 2002) y ‘Cristo que vuelve a la vida’ (Fundación Venancio Blanco, 1997).
Las tres retratan por sí solas la dimensión de un artista que era “muchísima verdad y humanidad”, como lo define Urbano. “El ‘Nazareno’, en su momento, fue bastante polémica –prosigue–. Es su única escultura de chapa de hierro y bronce fundido. Eligió materiales que no estaban al uso para el tema de Jesús de Medinaceli y, sin embargo, con los años se ha convertido en una de las piezas fundamentales de Venancio Blanco. Y sin duda expresa y recoge toda la profundidad del tema de la Pasión”. (…)