Tras llegar anoche, en la mañana de este 5 de septiembre, el primer acto de Francisco en Mozambique ha sido un encuentro oficial con las autoridades políticas, civiles y diplomáticas del país. En su discurso, el Papa se ha congratulado por pisar tierra africana por cuarta vez en sus apenas seis años de pontificado: “Me alegra estar nuevamente en África y comenzar este viaje apostólico por este país, tan bendecido por su belleza natural como por la gran riqueza cultural que le aporta, a la tan probada alegría de vivir de vuestro pueblo, la esperanza en un mañana mejor”.
Tras destacar la generosidad del pueblo mozambiqueño, que, “desde el Rovuma a Maputo, nos abre sus puertas para alimentar un renovado futuro de paz y reconciliación”, Bergoglio ha mostrado su “cercanía y solidaridad a todos los que padecieron recientemente los ciclones Idai y Kenneth, cuyas devastadoras consecuencias siguen golpeando a tantas familias, principalmente a aquellas donde la reconstrucción todavía no ha sido posible y que reclaman una especial atención”.
Necesaria reconstrucción
“Lamentablemente –ha proseguido el Pontífice–, no podré llegar personalmente hasta vosotros, pero quiero que sepáis que comparto vuestra angustia, vuestro dolor y también el compromiso de la comunidad católica para enfrentar una situación tan dura. En medio de la catástrofe y la desolación, pido a la Providencia que no falte la solicitud de todos los actores civiles y sociales que, poniendo la persona en el centro, sean capaces de promover la necesaria reconstrucción”.
A continuación, Francisco ha enfatizado el compromiso de los mozambiqueños por sanar las heridas de la guerra civil que los asoló entre 1977 y 1992: “También quiero expresar mi reconocimiento, mío y de gran parte de la comunidad internacional, por el esfuerzo que, desde hace décadas, realizáis para que la paz se vuelva la norma y la reconciliación el mejor camino para enfrentar las dificultades y desafíos que tenéis como nación”.
Último acuerdo
“En este espíritu y con este propósito –se ha felicitado–, hace aproximadamente un mes firmasteis en Sierra de la Gorongosa el acuerdo para el cese definitivo de las hostilidades militares entre los hermanos mozambiqueños. Un hito que agradecemos y esperamos decisivo, realizado por personas valientes en el camino de la paz que inició con el Acuerdo General de 1992 en Roma”.
Un acuerdo en el que fue esencial la mediación de la Comunidad de Sant’Egidio y que hoy sigue vivo: “¡Cuánto ha pasado desde la firma del tratado histórico que selló la paz y que ha dado sus primeros brotes! Esos brotes que sostienen la esperanza y brindan la confianza para no dejar que la lucha fratricida sea la manera de escribir la historia, sino la capacidad de reconocerse como hermanos, hijos de una misma tierra, gestores de un destino común. ¡La valentía de la paz!”.
La valentía de la paz
“Una valentía de gran altura –ha dicho citando a Pablo VI en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1973–, no la de la fuerza bruta y la violencia, sino la que se gesta en la incansable búsqueda del bien común”.
“Vosotros –ha lamentado– conocéis el sufrimiento, el luto y el desconsuelo, pero no habéis dejado que el criterio regulador de las relaciones humanas fuera la venganza o la represión, ni que el odio y la violencia tuvieran la última palabra. Como recordaba mi predecesor san Juan Pablo II en su visita a vuestro país en 1988, con la guerra, ‘hombres, mujeres y niños sufren porque les falta hogar, alimentación suficiente, escuelas donde instruirse, hospitales para tratar su salud, iglesias donde reunirse para rezar y campos donde desarrollar su trabajo’”.
Trabajo sin tregua
Sin embargo, los mozambiqueños no se han rendido… “En el transcurso de todos estos años, habéis experimentado que la búsqueda de la paz duradera (una misión que compromete a todos) pide un trabajo arduo, constante y sin tregua, (…) y, por tanto, reclama seguir diciendo con determinación, pero sin fanatismos; con valentía, pero sin exaltación; con tenacidad, pero inteligentemente: no a la violencia que destruye, sí a la paz y a la reconciliación”.
Después, el Santo Padre ha ahondado en la concepción de la paz que “no solo es ausencia de guerra, sino el compromiso incansable (especialmente de aquellos que ocupamos un cargo de más amplia responsabilidad) de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros, para que puedan sentirse los principales protagonistas del destino de su nación”.
Igualdad de oportunidades
Y es que, como ha sostenido apoyándose en su exhortación ‘Evangelii gaudium’, “sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad (local, nacional o mundial) abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad”.
En cuanto a los jóvenes, Francisco ha recalcado que “no son solamente la esperanza de esta tierra; son el presente que interpela, busca y necesita encontrar canales dignos que les permitan desarrollar todos sus talentos; ellos son potencial para sembrar y desarrollar la tan deseada amistad social”.
Reconocer al otro
Los jóvenes serán, al fin y al cabo, los que hoy y mañana deberán encarnar “la cultura del encuentro”, para que esta “pueda impregnarlo todo”. ¿Cómo? Con esta simple receta: “Reconocer al otro, estrechar lazos, tender puentes”. Así, “vosotros tenéis una valerosa e histórica misión que cumplir: ¡que no cesen los esfuerzos hasta que deje de haber niños y adolescentes sin educación, familias sin techo, obreros sin trabajo, campesinos sin tierra; bases de un futuro de esperanza porque es futuro de dignidad! Estas son las armas de la paz”.
Además, Bergoglio ha querido apuntalar otro reto: el compromiso con la justicia ecológica. “La paz –ha advertido– nos invita también a mirar nuestra casa común. En este sentido, Mozambique es una nación bendecida, que estáis invitados especialmente a cuidar. La defensa de la tierra es también la defensa de la vida que reclama una especial atención cuando se constata una tendencia a la expoliación y al despojo guiados por un afán acumulativo que, en general, ni siquiera es de personas que habitan estas tierras, y no está motivado por el bien común de vuestro pueblo”.
Desarrollo sostenible
Para el Pontífice, “una cultura de paz implica un desarrollo productivo, sostenible e inclusivo, donde cada mozambiqueño pueda sentir que este país es suyo y en el cual puede establecer relaciones de fraternidad y equidad con su prójimo y con todo lo que lo rodea”.
Antes de concluir este su primer discurso, Francisco ha vuelto a animar con todas sus fuerzas a los mozambiqueños en el trabajo por el bien común: “Todos vosotros sois los constructores de la obra más bella a ser realizada: un futuro de paz y reconciliación como garantías del derecho al futuro de vuestros hijos. Pido a Dios para que, en este tiempo que estaré entre vosotros, pueda, yo también, en comunión con mis hermanos obispos y la Iglesia católica que peregrina en esta tierra, aportar para que la paz, la reconciliación y la esperanza reinen definitivamente entre vosotros”.