La Iglesia en Mozambique, de las brasas de Francisco Javier al acuerdo con el Gobierno comunista

La Iglesia en Mozambique, de las brasas de Francisco Javier al acuerdo con el Gobierno comunista

Cincuenta años después de que Vasco de Gama descubriera en 1498 Mozambique, llegó al país san Francisco Javier, que permaneció en él cinco meses predicando el Evangelio. Era 1541 y tuvieron que pasar más de 20 años para que jesuitas y dominicos, españoles y portugueses, establecieran sus primeras misiones. El suyo allí fue un desarrollo tan espectacular que el Papa decidió, en 1612, elevar a Mozambique como una prelatura independiente de la Archidiócesis de Goa, de la que hasta entonces había dependido.

La iglesia católica mozambiqueña ha atravesado fases muy diversas desde su constitución como colonia portuguesa hasta su independencia en 1975, con la presidencia de Samora Machel, que dio vida a un Gobierno de inspiración comunista. Este hizo muy difícil la vida de la Iglesia, acusándola por su pasado colaboración con el régimen colonial. Al final de 16 años de guerra civil, la visita de Juan Pablo II, en 1988, cambió el clima de las relaciones Iglesia-Estado y la Constitución de 1990 reconoció la libertad religiosa, restituyendo el Ejecutivo a la comunidad católica algunas propiedades confiscadas.

Un granero de misioneros españoles

Los católicos mozambiqueños son hoy siete millones y medio; son atendidos por 23 obispos y 659 sacerdotes. Los misioneros españoles son 91, cifra que hace que Mozambique sea el país africano con mayor presencia de nuestros compatriotas: sacerdotes seculares y religiosos, religiosas y algún laico de la Comunidad de Sant’Egidio, que lleva a cabo una actividad muy notable en la lucha para prevenir y curar el sida.

El español Pedro Antonio López, misionero somasco, estará presente en la visita que Francisco realizará esta tarde a la Casa Mateo 25 (en referencia al capítulo 25 del Evangelio de san Mateo), donde atienden a chicos de la calle desde hace doce años con el apoyo de la nunciatura apostólica. En Beira, segunda ciudad del país, los somascos españoles gestionan un orfanato y un centro profesional dirigido a la gente de la calle y que tiene el mismo nombre.

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