El 4 de octubre de 1992 se firmó en Roma la paz que puso fin a 17 años de guerra civil en Mozambique. Ratificaron el acuerdo el presidente del país, Joaquim Chissano, y Afonso Dhlakama, líder de la guerrilla ReNaMo (Resistencia Nacional Mozambiqueña). Atrás quedaba una cruel lucha fraticida que dejaba un rastro de un millón de muertos y cuatro millones de desplazados y refugiados.
Pero, para que ese día llegara, la Iglesia trabajó incansablemente en los dos años anteriores, siendo indispensable la labor mediadora de la Comunidad de Sant’Egidio. De hecho, las negociaciones se llevaron a cabo en su sede, en pleno barrio romano del Trastévere. A día de hoy, los mozambiqueños saben bien a qué personas deben gratitud eterna: Andrea Riccardi, fundador de Sant’Egidio; Matteo Zuppi, hoy arzobispo de Bolonia y recién designado cardenal por Francisco; Jaime Gonçalves, arzobispo de Beira, que murió en 2016; y Mario Raffaelli, por parte del Gobierno italiano. De hecho, en el último acuerdo de paz, firmado este 7 de agosto, Sant’Egidio también ha capitalizado la mediación.
Cultura del encuentro
Conscientes de que un país no se ha reconstruido definitivamente por el simple hecho de declarar el fin de la guerra, los voluntarios de Sant’Egidio han mantenido su estrecha relación con Mozambique todos estos años, fundamentalmente a través de las Escuelas de Paz, que la entidad eclesial ha impulsado en docenas de ciudades y pueblos.
En la difusión de esa cultura del encuentro (a la que llama incansablemente Bergoglio), Sant’Egidio también cuenta con el movimiento Jóvenes por la Paz, organizando todo tipo de acciones en escuelas y universidades, apostando claramente por los valores democráticos.
Niños invisibles
Otra iniciativa que ha generado mucha esperanza ha sido la lucha para conseguir que miles de niños mozambiqueños, de los que el Estado no tenía constancia alguna por vivir en contextos de marginalidad (por tanto, ajenos a derechos elementales, como el acceso a la sanidad o a la educación), se hayan podido inscribir en la Oficina de Registro.
Pero, si hay un proyecto de Sant’Egidio en el país que ha ido más allá a la hora de romper todas las barreras, ese es el Centro Dream, impulsado en febrero de 2002 en Maputo, la capital mozambiqueña, para atender a las víctimas del sida y a potenciales víctimas, trabajando mucho en la prevención. Desde entonces, ya cuentan con 13 hogares en todo el territorio nacional, prestando la atención necesaria a alrededor de 10.000 mujeres embarazadas que siguen el programa de prevención de la transmisión del VIH de madre a hijo.
Más de 200.000 atendidos
En total, en estos 17 años, Dream ha tratado a más de 200.000 personas en Mozambique, siendo la suya una acción integral que incluye la distribución de medicamentos o el tratamiento y el monitoreo de otras enfermedades, como la malaria, la tuberculosis, la desnutrición, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y el cáncer. Todo es administrado por personal local altamente calificado, contando con dos laboratorios de biología molecular, dos centros nutricionales en Maputo y Beira y un laboratorio para necesidades básicas en Quelimane.
Uno de los centros Dream es el de Zipeto, que el papa Francisco visita mañana 6 de septiembre. Creado con el fin de convertirse en la referencia para el cuidado de mujeres y niños en todo el país, está situado en los suburbios del norte de Maputo, una de las zonas más pobladas y pobres de la ciudad. Allí, sus 337.000 habitantes sufren la marginalidad, la hacinación y, por supuesto, la falta de una atención sanitaria elemental.
Lo más especial de este centro es que muchos de los que en su día fueron pacientes en él, tras cualificarse adecuadamente, hoy son voluntarios que rastrean las calles en busca de posibles víctimas de la enfermedad.
Víctimas del ciclón Idai
La última prueba la padecieron el pasado 14 de marzo, cuando el ciclón Idai azotó Mozambique y causó miles de muertos, cebándose especialmente con Beira. El Centro Dream y el Centro Nutricional Manga Chingussura, en las afueras de la ciudad, también sufrieron graves daños en Zipeto. Pero ello no fue óbice para que los dos centros abrieran sus puertas a los desplazados que lo habían perdido todo, ofreciéndoles alimentos, agua, medicinas y ropa.
Bergoglio comprobará de primera mano cómo Sant’Egidio sigue latiendo en las periferias del mundo.