A primera hora de la mañana de hoy, el papa Francisco se ha desplazado hasta las afueras de Maputo para dar unas palabras de aliento a los enfermos, familias y trabajadores del hospital de Zimpeto, abierto en 2002 por la Comunidad de Sant’Egidio para atender a personas con VIH. “Este centro s la manifestación del amor de Dios, siempre dispuesto a soplar vida y esperanza donde abunda la muerte y el dolor”, ha dicho el Papa al comenzar su saludo.
“Al ver cómo curan y acogen con competencia, profesionalismo y amor a tantas personas enfermas, en particular a enfermos de VIH, especialmente mujeres y niños, recuerdo la parábola del Buen Samaritano”, ha explicado el Papa a los profesionales del centro. Y ha continuado su argumentación: “Todos los que han pasado por aquí, todos los que vienen con desesperación y angustia, son como ese hombre tirado al borde del camino. Y, aquí, vosotros no habéis pasado de largo, no habéis seguido vuestro camino como lo hicieron otros. Este centro nos muestra que hubo quienes se detuvieron y sintieron compasión, que no cedieron a la tentación de decir ‘no hay nada que hacer’, ‘es imposible combatir esta plaga’, y se animaron a buscar soluciones”.
Asimismo, ha añadido: “Vosotros habéis escuchado ese grito silencioso, apenas audible, de infinidad de mujeres, de tantos que vivían con vergüenza, marginados, juzgados por todos”. Por eso “habéis sumado a esta casa, donde el Señor vive con los que están al costado del camino, a los que padecen cáncer, tuberculosis, y a centenares de desnutridos, especialmente niños y jóvenes”, ha indicado.
100.000 niños curados con dignidad
Hoy, aproximadamente 100.000 niños “pueden escribir una nueva página de la historia libres de VIH”, además de tantos otros anónimos que “hoy sonríen porque fueron curados con dignidad”. Ellos son “regalos que el Señor os ha dejado: regalos de presencias que, saliendo de la pesadilla de la enfermedad, sin ocultar su condición, transmiten la esperanza a muchas personas, contagian ese ‘yo sueño’ a tantos que necesitan que los recojan del borde camino”, ha dicho dirigiéndose al equipo del hospital.
En el mismo sentido, les ha pedido que, “cuando nosotros nos vayamos, cuando volváis a la tarea cotidiana, cuando nadie os aplauda ni os considere, seguid recibiendo a los que llegan, salid a buscarlos heridos y derrotados en las periferias”. “Renovad los esfuerzos –ha continuado– y permitid que aquí se siga ‘pariendo’ la esperanza”.
Para Francisco, “todas las personas que de diversas maneras participan de esta comunidad sanitaria se vuelven expresión del Corazón de Jesús para que nadie piense que su grito se ha perdido en el vacío, son un signo de cercanía para cuantos pasan necesidad, para que sientan la presencia activa de un hermano o una hermana”. Y ha recalcado: “Escuchar este grito os ha hecho entender que no bastaba con un tratamiento médico, ciertamente necesario; por eso habéis mirado la integridad del problema, para restituir la dignidad de mujeres y niños, ayudándolos a proyectar un futuro mejor”.
Y no solo se ha detenido Francisco en los profesionales sanitarios presentes. En su alocución ha recordado “el empeño gratuito y voluntario” de tantos otros que, a través de la telemedicina, “han prestado su valiosa tarea para formar operadores locales”, un hecho que “tiene en sí mismo un enorme valor humano y evangélico”.