España

Adiós a Camilo Sesto, adiós a “Jesucristo Superstar”

  • Muere el artista que más ha acercardo la figura del hijo de Dios a través de la música en España y América Latina a través de la opera rock
  • Se definía como “tremendamente creyente” y soñaba con interpretar el padrenuestro ante el papa Francisco





No fue solo Jesucristo Superstar. Fue mucho más. Es mucho más. Más de 175 millones de discos vendidos. Los mejores teatros del planeta, a sus pies. Y éxitos sin fecha de caducidad. “Vivir así es morir de amor”. “Perdóname”. “El amor de mi vida”. Se concatenan uno detrás de otro. Y más hoy, en el día del fallecimiento del cantante de Alcoy a los 72 años.

Pero sin Jesucristo Superstar no se entiende a Camilo Sesto. Como cuesta entender a Jesucristo Superestar en España y en América Latina sin Camilo. Su carrera y él mismo dieron un salto hacia el mito desde que en 1975 se subiera al escenario para meterse en la piel de ese Jesús pasado por la “túrmix” hippie de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice. Aquello no fue un musical setentero al uso. Encumbró el género de la ópera rock, si es que existe. Incomparable. Y no es un adjetivo gratuito. La prueba está ahí. La crítica y el taquillazo no se volvieron a repetir. A partir de ahí, Camilo Superstar.

El visto bueno de Pablo VI

Clímax en su carrera. Y también cumbre en producto de masas que también ejerció de instrumento evangelizador con no pocos recelos en algunos sectores eclesiales. De hecho, aunque Pablo VI llegó a dar su visto bueno a la película, la Santa Sede no le dio un reconocimiento oficial hasta que en el año 2000­ se incluyeron sus temas en un recital como parte de las celebraciones del Jubileo.

Camilo Sesto, en su última aparición pública en noviembre de 2018

‘Jesucristo Superstar’ estaba ya entonces fuera de la primera línea de las marquesinas. En España, solo un recuerdo de aquellas tardes de un madrileño Teatro Alcalá Palace repleto -con un respaldo solo comparable a ‘El Rey León’- por el que pasaron todas las familias, parroquias y colegios católicos del país que no quisieron esperar a la autorización romana para quedarse embobados por Camilo, el judas Teddy Bautista y por la Magdalena de Ángela Carrasco.

Una obra sin estampita

Camilo intuía que aquello podía ser su particular entrada a Jerusalén. “La gente no va a ver una estampita ni va a asistir a una clase de catecismo. Oirá una historia de hace muchísimos siglos, actualizada y con un lenguaje comprensible para todos. Mi papel es humano, tierno y duro a la vez”, soñaba días antes del estreno. A posteriori confesaría que “había gente que dudaba del éxito y yo pedí un margen de confianza. Finalmente me dejaron jugar y se llevaron una gran sorpresa que se mantiene hasta el día de hoy”.

Aquel ‘Getsemaní’ le sitúo en el número uno de las listas de ventas. Con su desgarrador “quiero saber, quiero saber Señor”… La oración de Cristo en el Huerto de los Olivos se convertía en un “hit” musical que tocaba la fibra sensible de más de uno. Apertura a la trascendencia y de miras que, como siempre, subió la temperatura de los termómetros doctrinales cual zen. Durante las primeras semanas, junto a las taquillas, se apostaban algunos “guerrilleros de Cristo Rey” para disuadir a los espectadores. Los “noes” de la gente de a pie les dejaron aislados. También cayó algún que otro falso aviso de bomba. Pero no fue a más.

“Aquí somos más papistas que el Papa; mientras aquí había protestas, se convertía en número 1 en Radio Vaticano”, recuerda Jaime Azpilicueta, el que fuera director artístico de la obra. Tampoco se libraron de las presiones censoras, que se salvaron con un libreto algo ambiguo y porque el foco de toda tensión estaba puesta en la inminente muerte de Franco que falleció tan solo 14 días después del estreno.

Sin duda, el mejor

“Físicamente daba muy bien el papel, y vocalmente era perfecto; a mí me interesaba más destacar los aspectos melódicos que los rockeros. Yo creo que ha sido lo mejor que ha hecho”, defiende Azpilicueta sobre un espectáculo que se hizo con micrófonos con cables porque no existían los inalámbricos: “Los bailarines tenían que ingeniárselas para bailar por encima y teníamos a gente encargada únicamente de estirar los cables de los micros”.

Camilo se definía a sí mismo como “tremendamente religioso”. Y tanto es así que, entre sus últimos proyectos, en diciembre de 2016, lanzó un padrenuestro solidario para Mensajeros de la Paz. En el single, se intercalaba su voz con la del Papa. “El padrenuestro no hay que rezarlo de carrerilla, pero hay que rezarlo siempre, cuando se está bien, cuando se está mal, para pedir y para dar gracias. ¿Quién no piensa en los demás, en la gente que ama? Padre Nuestro solo tenemos uno y hay que cuidarlo”, expresó entonces.

Durante la presentación no dudó en agarrar el micrófono y demostrar una vez más su chorro de voz con la base musical de fondo.“Compartir unas palabras con alguien que no es cantante, con alguien casi el más importante de este mundo, me hace sentir un privilegiado, tocado por la mano de Dios y no me importará llegar a cantarlo ante él en el momento que sea necesario”, soñó.

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