El Papa en Madagascar, contra el reduccionismo religioso que “justifica la segregación y el terrorismo”

El Papa Francisco celebra la eucaristía dominical en Madagascar

El Papa Francisco ha hecho un llamamiento desde Madagascar a “no manipular el Evangelio con tristes reduccionismos sino a construir la historia en fraternidad y solidaridad, en el respeto gratuito de la tierra y de sus dones sobre cualquier forma de explotación”.

Así lo ha manifestado en la eucaristía dominical que ha presidido en el llamado Campo Diocesano de Soamandrakizay, a las afueras de Antananarivo, ante casi un millón de fieles. En el marco de su cuarto viaje a África, el Papa se dirigió a una multitud que, antes de la misa, soportó una noche a la intemperie entre el frío, la lluvia y el viento, que no rebajó en ningún momento el fervor ni su alegría por la presencia del sucesor de Pedro.

Instrumentalizar a Dios

En su homilía, Francisco lanzó un mensaje extrapolable a toda la Iglesia universal al alertar del riesgo de “el Reino de los Cielos con los propios intereses personales o con la fascinación por alguna ideología que termina por instrumentalizar el nombre de Dios o la religión para justificar actos de violencia, segregación e incluso homicidio, exilio, terrorismo y marginación”.  El Papa instó a la Iglesia a no ceder “la tentación de ciertas doctrinas incapaces de ver crecer juntos el trigo y la cizaña en la espera del dueño de la mies”.

Partiendo del evangelio de Lucas que repasa las exigencias que conlleva el compromiso de todo cristiano, el Papa reconoció que “el seguimiento de Jesús no es fácil”. Sin embargo, Francisco alentó al pueblo malgache, al subrayar que “toda renuncia cristiana tiene sentido a la luz del gozo y la fiesta del encuentro con Jesucristo”.

Por una vida nueva

En cualquier caso, Francisco considera que “la vida nueva que el Señor nos propone resulta incómoda y se transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que creen que el acceso al Reino de los Cielos sólo puede limitarse o reducirse a los vínculos de sangre, a la pertenencia a determinado grupo, clan o cultura particular”.

En este punto, el Papa aprovechó esta alusión a los lazos de sangre para denunciar “ciertas prácticas que desembocan en la cultura de los privilegios y la exclusión: favoritismos, amiguismos y, por tanto, corrupción”.

La dulce alegría del amor

Por otro lado, Francisco recordó a los peregrinos que el seguimiento a Jesús no es fruto de una acción individual sino que “una victoria personal, nuestra vida y nuestras capacidades son fruto de un regalo” de Dios. Por eso, planteó a los malgaches a huir del “vivir para sí”, a no “encerrarse en pequeños mundos”. “Ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien”, advirtió sobre esta tendencia a aferrarse a las seguridades.

En este sentido, el Papa puso en el centro de su homilía a todos los “hombres y mujeres, jóvenes, niños sufren y están totalmente privados de todo”. “Esto no pertenece al plan de Dios. Cuán urgente es esta invitación de Jesús a morir a nuestros encierros, a nuestros individualismos orgullosos para dejar que el espíritu de hermandad triunfe”, añadió.

Así, retomó la homilía pronunciada en novimienbre de 2018 con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres para clamar: “El cristiano no puede estar con los brazos cruzados, indiferente, ni con los brazos caídos, fatalista: ¡no!”. Desde ahí, hizo un llamamiento a trabajar por la justicia frente a “las seguridades engañosas del poder, de la carrera y del dinero y en la búsqueda patológica de glorias humanas”.

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