La misa de este domingo en el parque Soamandrakizay de la capital pasará a la historia no sólo de Madagascar sino de toda el África austral que Francisco está visitando. Es “el” acontecimiento de estos seis días.
Se nos había dicho que esta inmensa explanada ( treinta hectáreas, quince menos que la ciudad del Vaticano) ,propiedad de la archidiócesis de Antananarivo, podría acoger hasta ochocientas mil personas; pero las previsiones han sido superadas y los organizadores dan como cierta una cifra cercana al millón. Multitud nunca antes reunida en esta isla y que ha exigido meses de preparación.
El Presidente de la Republica Andry Rajoelina supervisó personalmente los trabajos de adaptación del terreno que han durado cinco meses. El despliegue de las fuerzas de seguridad ha estado a la altura de las circunstancias: varios miles de policías vigilaron los accesos ayudados por otros tantos voluntarios; antes y durante toda la ceremonia un helicóptero del ejército ha controlado la zona. A la hora de escribir este comentario no se ha registrado ningún incidente.
Un aspecto interesante es que esta Misa ha sido considerada no sólo como un acontecimiento para los católicos sino para todos los malgaches independientemente de su credo religioso. Prueba de ello es que la comunidad musulmana ( 7% de la población) ha cooperado muy activamente en su preparación.
Además de haber con tribuido con dinero, materiales y medios técnicos a la preparación del parque, este domingo han distribuido entre los asistentes veinte mil sándwiches, veinte mil botellas de agua y frutas. “Es un gesto de fraternidad entre todas las religiones .Todos rezamos al mismo Dios, Dios del amor y de la paz”, ha declarado el Presidente de la Comunidad Musulmana malgache.
Tal aglomeración de seres humanos en una ciudad que cuenta con una muy reducida y poco eficiente red de transportes públicos ha motivado que muchos de los asistentes a la eucaristía del domingo tomaron ya posiciones sobre el terreno el sábado por la tarde-noche que han pasado a la intemperie protegidos por mantas y sacos de dormir. Pero si sus rostros revelaban esta mañana cansancio sus sonrisas y gestos de satisfacción por haber visto y oído al Papa saltaban a la vista. Para todos ellos, muchos de ellos llegados desde los cuatro puntos cardinales de la isla, este será un recuerdo que conservarán todas sus vidas.