“Al tiempo que os felicito cordialmente en la fiesta de Nuestra Señora de San Lorenzo, os pido que no descuidemos los valores morales y eternos”. De esta manera concluía ayer el cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, su homilía con motivo de la festividad de la patrona de la ciudad. En la misma, el también presidente de la Conferencia Episcopal Española recordó que “siempre es posible la esperanza”.
Blázquez señaló que “si nuestra patrona está hondamente entrañada en nuestra vida y es inseparable de la historia de la ciudad es porque en tiempos bonancibles y en tiempos penosos María nos ha acompañado y acompaña”. Así, continuó: “Venimos hoy a celebrar la fiesta de nuestra patrona haciéndonos eco de nuestro pasado, con las satisfacciones e inquietudes del presente y abriéndonos a nuestro futuro. Cada uno sabemos qué indigencias y esperanzas traemos confiadamente a la Virgen de San Lorenzo”.
Situación de “iInquietud” e “incertidumbre”
Tras recalcar que “la fiesta de Nuestra Señora de San Lorenzo tiene que ver con el sentido de la vida humana; no es un evento costumbrista que se redujera a exterioridad sin fondo”, el purpurado se adentró en la realidad social y política, puesto que “nos encontramos en una situación de inquietud e incertidumbre”. “¿No experimentamos un malestar que impregna nuestro interior y dificulta nuestras relaciones? ¿Qué nos pasa? ¿Por qué tantas familias rotas con las consecuencias que todos conocemos? ¿Por qué miramos al futuro con más preocupación que esperanza? ¿Por qué abundan entre nosotros más descalificaciones que propuestas para promover el bien común? ¿No padece la sociedad fatiga y pesadumbre? ¿Por qué no acortamos las distancias entre ricos y pobres, siendo más solidarios con los necesitados, con los que no tienen empleo estable, con los que sufren, si todos somos hermanos?”, se preguntó.
El cardenal afirmó con rotundidad que, “sin el reconocimiento de Dios, el hombre va por la vida como a tientas”. “Por ser el hombre cuerpo, alma y espíritu (1 Tes. 5, 23) –ha añadido–, necesita alimento y hogar, pero también compañía para vencer la soledad –que se está convirtiendo en una enfermedad característica de nuestro tiempo-; y también necesitamos fe y esperanza para mirar al futuro cercano y distante sin abatimiento ni desesperación”. Y concluyó dejando una pregunta en el aire: “¿No es verdad que llevamos en nuestro corazón una llamada a buscar en medio de nuestras fatigas el reposo en Dios?”.