En muchos ambientes, citar a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, equivale a mentar al gran acicate anticlerical… Y es que no es tan conocido que la gran referente del Partido Comunista Español (PCE), junto a Santiago Carrillo, en la Guerra Civil, en el exilio durante el franquismo y en la Transición, murió católica.
Lo desveló hace unos años Pedro Miguel Lamet en su biografía sobre José María Llanos, el Padre Llanos, el legendario cura obrero que pastoreó desde los años 50 el Pozo del Tío Raimundo, una barriada del extrarradio madrileño marcada por la marginalidad y la afluencia de la migración rural. Como desvela el jesuita y periodista, el sacerdote mantuvo una relación muy estrecha con La Pasionaria en la parte final de su vida, convirtiéndose en una especie de director espiritual, pero sobre todo en un amigo.
En su regreso a España, muerto Franco y legalizado el PCE, Ibárruri y Carrillo fueron los grandes rostros visibles del comunismo en el Congreso de los Diputados. Pero, tras verse superados por el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra, el partido acabó dividiéndose y ambos se vieron desplazados por otra generación muy crítica con su apuesta por el consenso en la Transición, al aceptar la monarquía y la bandera bicolor.
En esta época de cierto ostracismo, cuando perdió buena parte de su relevancia mediática y de sus apoyos personales, La Pasionaria contó con el apoyo incondicional del Padre Llanos, que acudía a verla asiduamente. De hecho, el jesuita, que llegó a ser un sacerdote muy reputado en el franquismo (fue capellán de la Falange), había virado de posiciones ideológicas y, fruto de su acompañamiento a los más desfavorecidos en Vallecas, llegó a militar en Comisiones Obreras y en el PCE.
Como se detalla en ‘Azul y rojo. José María de Llanos. Biografía del jesuita que militó en las dos Españas y optó por el suburbio’ (La Esfera), Ibárruri escribió una cariñosa carta el día de la Epifanía del Señor de 1989, solo unos meses antes de su muerte, en la que se refleja perfectamente el cariño que había entre ambos. En ella, se despide así: “Pepe: los Reyes Magos me han traído tu felicitación navideña. Bonito regalo, pues me aseguras que pides por mí ‘al partir el pan’. Mucho te lo agradezco. Yo tampoco te olvido, a Lola y a ti, en mi oración. (…) A ver si los ‘viejitos’ que somos convertimos lo que nos resta de vida en un canto de alabanza y acción de gracias al Dios-amor, como ensayo de nuestro eterno quehacer”.
Como concluye Lamet, esto refleja que La Pasionaria “cree en el partir el pan”, por lo que es evidente que “comulgaba en las misas de Llanos”, con quien se veía dos veces al mes, entonando juntos himnos religiosos populares”.
Fue así como, en el ocaso de su vida, Dolores Ibárruri volvió a la fe de su infancia y juventud, en el seno de una familia carlista pobre ligada a la minería. La misma que perdió fruto de las lecturas y de su fuerte impresión tras el triunfo de la Revolución Rusa. La amistad con un alma encarnada en su pueblo fue la que le abrió, de par en par y de un modo gozoso, las puertas del Evangelio de Jesús de Nazaret.
Así lo creyó el mismo Padre Llanos, aunque jamás lo desveló en vida de La Pasionaria (ni en la suya propia, publicándose el libro de Lamet más de 10 años después de su muerte) por respeto a la trayectoria pública de la dirigente comunista. Al fallecer ella el 12 de noviembre de 1989, tras ser enterrada en el cementerio civil de La Almudena, él se mostró convencido de que estaba “en el cielo”, donde “algún día” se volverían a ver. No obstante, valoró que “tenía una fe: la de luchar por la justicia”.