Junto a unos 180 miembros de la delegación de la Diócesis de Tete, he podido participar en el recibimiento en las calles de Maputo, el miércoles 4 de septiembre. Estamos llegando a casa y todavía me palpita el corazón por la alegría con la que el pueblo mozambiqueño ha recibido al papa Francisco.
Hoy, todos han salido a la calle para recibir al Santo Padre. Pero han sido los niños y niñas quienes más han mostrado su alegría. Por todas las avenidas por donde pasaba la comitiva papal, se encontraban millares de personas felices: jóvenes y ancianos, musulmanes y cristianos… Todos querían saludar al Papa y sentir su bendición. Cantos, gritos de alegría y carreras de un lugar para otro buscando estar lo más cerca posible del Papa.
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Al terminar el encuentro, me siento como el niño que lleva deberes para casa. El discurso del Papa ha sido directo y al corazón. No se ha andado con rodeos y ha respondido a todas las preguntas que le han presentado los diferentes grupos. Quizá, lo que más me ha gustado fue su invitación a “volver a Nazaret, volver a Galilea”, pues nos pide, especialmente al clero, que busquemos una vida simple en medio del pueblo, sin buscar notoriedad.
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Nos marchamos sintiendo una hermosa comunión y, al mismo tiempo, sabiendo que tenemos grandes desafíos como Iglesia en Mozambique.