El misionero zamorano Julián Cadenas, trinitario, lleva en Madagascar desde 1987. Más de tres décadas en las que se ha hecho uno con su pueblo. Especialmente con su gente de la Diócesis de Tsiroanomandidy, un enclave rural donde permanece desde el primer día, trabajando en la parroquia de la ciudad, en las capellanías de las religiosas trinitarias y en la cárcel del municipio.
Además, desde hace 20 años, dirige una ONG local desde la que combaten la pobreza a través de la educación, la sanidad, el impulso de la cultura y el deporte, la nutrición, la promoción agrícola y la construcción de casas, colegios, carreteras y hospitales, contando también con una residencia de ancianos abandonados y otra para niños con discapacidad física. En total, cada año atienden a unas 350.000 personas en varias regiones de Madagascar.
Con todas ellas ha latido a pleno pulmón en la visita del papa Francisco a su país. “En el distrito pastoral donde trabajo –cuenta a Vida Nueva–, compuesto por 26 cristiandades en una zona de campo, cada una eligió a varios representantes para ir a la capital a las celebraciones con el Papa y luego transmitir su mensaje a todos. Este viaje ha supuesto un antes y un después para el país”.
El religioso relata que fueron “unas cuatro horas de coche y cada uno tenía que llevar su plato, su cuchara, arroz y lo que serían seis euros para el autobús. Se apuntaron muchos, pero al final un tercio no pudo ir por no tener los seis euros del autobús, ya que aquí eso supone una semana de trabajo, pues un jornalero cobra un euro al día…”.