Lleno total. El Palacio de Congresos de Madrid colgó el cartel de no hay billetes durante la sesión inaugural del Encuentro por la Paz organizado por la Comunidad de Sant’Egidio. Se trata del acontecimiento eclesial con mayor relevancia que ha acogido la capital española desde la Jornada Mundial de la Juventud de 2011. Así lo demuestran los más de 300 ponentes que entre el lunes y el martes participarán en 27 mesas de diálogo, así como en la oración interreligiosa que se celebrará en la explanada de La Almudena.
Como anfitrión, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, hizo un llamamiento en nombre de los líderes de las diferentes confesiones presentes a que “cesen todos los atropellos y violaciones a los derechos humanos”. Así, hizo invitó a los participantes del foro a “superar la tentación de encerrarnos en nosotros mismos” y a trabajar para “eliminar todos los conflictos que atentan contra la paz”.
Dónde esta tu hermano
“Nunca dejemos de preguntarnos: ¿dónde está mi hermano?”, se cuestionó el purpurado, que instó a impulsar “una relación siempre positiva con los otros para promover la paz y el desarrollo, la dignidad del otro”.
Osoro planteó que urge “ser creativos para hacer posibles pasillos humanitarios en todas las circunstancias donde la dignidad del hombre se vea amenazada”. Para ello, el cardenal considera que “no se trata de ir contra los otros, sino junto a los otros; se trata de ir con los demás, no sin los demás”. “¿Podemos corresponder a ese modelo de paz y fraternidad que anhelamos?”, preguntó el pastor de Madrid al auditorio, una cuestión que lanzó como desafío para este encuentro.
Presencia del Gobierno
En nombre del Gobierno, la ministra de Defensa, Margarita Robles, improvisó una alocución en la que señaló que “no hay nada más noble en el mundo que trabajar y luchar por la paz”. “Es algo que nos concierne a todos y nos exige no parar ni un minuto”, reflexionó la política socialista, que presentó al Ejecutivo de Pedro Sánchez como “un Gobierno firmemente comprometido con la paz y con aquellos que lo pasan peor”.
Desde ahí, reivindicó “el diálogo como única posibilidad para avanzar en el camino de la paz”. Por eso, invitó a los participantes en el encuentro a “no bajar la guardia, a seguir cada uno desde sus convicciones hacia un objetivo común: la paz”.
Riccardi y la globalización
Por su parte, el fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, Andrea Riccardi, defendió que “el diálogo nos salvará, no las fronteras”. Frente a él, advirtió, una “globalización homologadora y aplastante”, que se lleva por delante las raíces de los pueblos y llega a ser un “caldo de cultivo de los fanatismos y los radicalismos”.
“El problema no es que haya fronteras, sino cómo vivir las fronteras en un mundo que muchas veces es terrible”, alertó Riccardi, que subrayó cómo pueden llegar a “fragmentar el mundo y crear un insidioso clima de conflicto”.
Quemados con la Amazonía
El líder de Sant’Egidio planteó que “nos hemos acostumbrado demasiado a la ausencia de paz y nos hemos conformado con que la guerra esté en otro país. Pero, hoy por hoy, no hay garantías para nadie. Las fronteras no protegen”. En este sentido, hizo referencia a las cuestiones relacionadas con el medio ambiente, que ha pasado de ser considerado “un problema de especialistas” a un asunto que incumbe a todos.
“Cuando la Amazonía se quema, nosotros también nos quemamos con ella”, denunció, a la vez que reivindicó cómo el humanismo religioso “siempre ha intuido, aunque a veces ha olvidado”, esta interconexión, esa dependencia de los unos y los otros.
“Gestionamos la aldea global con políticas pasadas”, reflexionó parafraseando a Zygmunt Bauman, para comentar que “no podemos ceder a alarmismos”, por lo que llamó a un “planteamiento humanista planetario por la paz”.
El estigma del refugiado
Durante esta sesión de apertura, también intervino Filippo Grandi, alto comisionado de Naciones Unidas para los refugiados, que ejerció de acicate a los países del primer mundo. “Retóricas como el ‘nosotros primero’ no solo son moralmente erróneas, sino también inútiles”, denunció, a la vez que defendió que “afirmar que un refugiado debe tener un asilo es una premisa válida todavía hoy. Si revisáramos este concepto, sería un paso atrás”.
“El debate sobre migrantes y refugiados se centra especialmente en Europa en ciertos detalles del problema, como su llegada a los países, que se manipula políticamente”, constató el representante de la ONU, que comentó la necesidad de que “no nos perdamos en preocuparnos en cómo repartimos a cinco personas o qué puerto puede recibir un barco”.
Nuevas políticas migratorias
En este sentido, propuso fortalecer la cooperación internacional con una política migratoria “seria”. “Hay que ser serio en la implementación de soluciones para dar respuesta a la crisis de los migrantes. Entre otras cosas, porque esas respuestas son barómetros de unas sociedades sanas, que tiene que ser inclusivas con migrantes y refugiados”, añadió, insistiendo en la urgencia de sepultar los estigmas contra el extranjero.
“Los estados tienen miedo a utilizar la solidaridad, hay cierta timidez para tirar de ella”, lamentó Grandi, que se dirigió especialmente a los países del primer mundo para reivindicar la acogida realizada por los propios países de África a las naciones del entorno cuando sufren una crisis humanitaria. Frente a esto, llamó a las confesiones religiosas y a las ONG a ser “fuerzas de paz”.
Amenazados por el cambio climático
Cerró este primer turno de intervenciones Jeffrey D. Sachs, profesor de la Universidad de Columbia. “Estamos amenazando nuestra propia supervivencia no solo con el desarrollo nuclear, sino con el cambio climático”, destacó. A renglón seguido, dijo: “Se quema el Amazonas y se quema también nuestra política, cuando tenemos líderes que se dejan llevar por la corrupción o utilizan el pretexto de la identidad nacional para lanzarlo contra los migrantes”.
Sin dejarse llevar por un discurso catastrofista, el también consejero especial del secretario general de la ONU apuntó que “no estamos aquí para suplicar a los profetas del odio, sino para sostener que la humanidad está dotada de razón. Nuestra razón puede poner fin a la guerra y puede evitarla en un futuro”.
Y sobre el Acuerdo por el Clima de París, clamó: “Unámonos la fe y la razón, científicos y religiosos”. Reclamación a la que sumó otras peticiones: “Digamos a Estados Unidos que ponga fin a las sanciones a los pueblos de Irán y Venezuela, que se abstenga de una nueva carrera armamentística. Digamos al mundo rico que se honre en dar no solo el 1% del PIB para que se puedan alcanzar los Objetivos del Desarrollo Sostenible. Digamos a las multinacionales que no exploten a los trabajadores”.