“Las armas forman parte de la historia de la humanidad. Por tanto, la decisión de fabricarlas, comercializarlas y utilizarlas depende de las mentes y los corazones del ser humano”. Lo recordaba este lunes 16 de septiembre Luigi Martini, representante permanente de Italia en Naciones Unidas y miembro de la Comunidad de Sant’Egidio en Estados Unidos, al presentar la mesa redonda sobre ‘Desarme y violencia’ celebrada en la sede de la Comunidad de Madrid, en el marco del encuentro Paz sin fronteras organizado por la Comunidad de Sant’Egidio en la capital de España.
Eso significa, según el presidente del acto, que la búsqueda de la paz es “una responsabilidad común” y que “la raíz de todas nuestras acciones debe ser el íntimo vínculo entre el desarme y la paz”. “¿Cada uno de nosotros su puede considerar un impulsor de la paz en su vida?”, interpeló Martini a un auditorio lleno a rebosar por gentes de todas las razas, culturas, religiones y nacionalidades.
La importancia de los discursos
De los seis protagonistas que compartieron mesa con él, el primero en intervenir fue el chileno Martin Junge, secretario general de la Federación Luterana Mundial (FLM), que llamó a los líderes religiosos a desterrar desde su origen “los discursos agresivos , que incitan a la violencia”, para crear “otro relato”. Y, en el actual contexto de “tensión social”, invitó a hacer “autocrítica”, porque “las palabras son importantes”, advirtió Junge. En este sentido, reconoció la “inspiración” que ha recibido la FLM de sus hermanos colombianos y su papel en el proceso de paz del país latinoamericano.
Contra la carrera nuclear
Acto seguido, tomó la palabra el japonés Kojitsu Kobori, representante del Budismo Tendai, para denunciar la situación que se vive en estas primeras décadas del siglo XXI, un tiempo de “gigantescos avances” y un nivel cada vez mayor de globalización, pero en el que asistimos a “conflictos armados, la violación indiscriminada de los derechos humanos y discursos de líderes políticos que solo atienden los intereses de sus respectivos países”, lamentó.
Kobori apeló al testimonio “profético” de los supervivientes de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki hace 74 años, cuando “el valor de la vida se robó en un instante”, para abogar por un futuro sin armas nucleares ni energía nuclear. “La bomba atómica y las armas nucleares son instrumentos del demonio que han creado manos humanas; debemos luchar por su abolición”, clamó el líder budista, al tiempo de advertir que “la ausencia de guerra no significa que haya paz”. Y aludió a “violencias estructurales” como la pobreza, para no perder de vista que “la paz es un tema inherente a los derechos fundamentales”.
El ejemplo de Gandhi
No pintó mejor panorama el indio Sudheendra Kulkarni, hinduista, fundador del Forum for a New South Asia. “Este 2019 -alertó- parece más oscuro que nunca, el mundo está perdiendo el equilibrio, estamos en un período de crepúsculo, de transición, en el que el alcance de lo imprevisible es cada vez mayor”. Y concretó su diagnóstico en cuatro aspectos: la carrera armamentística; la hostilidad creciente entre India y Pakistán, por la que siente un “profundo dolor”; la guerra comercial entre China y Estados Unidos, que lo acabará siendo por la “supremacía mundial”; y el “genocidio contra la naturaleza”, que ejemplificó en los miles de incendios que asolan la Amazonía.
Ante esta situación, Kulkarni llamó a “desarmar los corazones, las cabezas y las manos”, porque “en la mente humana empieza la construcción de la paz”. Y remitió al testimonio de su compatriota Mahatma Gandhi -cuyo 150º aniversario del nacimiento celebramos este 2019-, que entendió la no violencia “no como la ausencia de violencia, sino como la presencia activa del amor”. Animado por su ejemplo, Kulkarni invitó a los presentes a “armarse con verdad, amor y solidaridad“. Asimismo, pidió a los gobiernos de India y Pakistán y a la ONU que hagan todo lo posible por evitar una nueva guerra entre ambos países. Finalmente, inspirado por el papa Francisco -el mayor “impulsor del desarrollo verde”-, exhortó a “crear juntos un nuevo orden mundial más justo, en el que la avidez deje paso a la necesidad”.
Trump, “un psicópata peligroso”
El propio Gandhi le sirvió también como punto de partida al estadounidense Jeffrey D. Sachs para recordar al auditorio que “no se trata de alcanzar la paz, sino de construirla cada día”. El profesor de la Universidad de Columbia y consejero especial del secretario general de la ONU reivindicó el uso de la razón para “ir más allá del instinto que llevamos muy adentro del ‘nosotros’ contra ‘ellos'”, al tiempo que llamó a “trabajar para que las desigualdades sociales no sean cada vez más extremas”. Y lanzó un gran desafío: controlar el poder de los políticos, para que no se den casos como el de Donald Trump, “un psicópata peligroso que incita al odio”. “Debemos intentar que personas horribles como él estén lejos del poder; no es un juego ni un chiste, es la vida de nuestras familias”, sentenció con evidente preocupación.
El profesor Sachs tuvo un recuerdo para la “guerra oculta” de Siria, que quisieron hacer pasar por una “rebelión local”, y que ha dejado ya más 600.000 muertos y diez millones de desplazados. “No era una guerra civil, sino por el poder en la zona”, denunció, antes de referirse a “amenazas inminentes” como Pakistán e India, Irán… ¿Su esperanza? Que la “frágil invención de la ONU nos pueda salvar de estos políticos horribles”.
Dialogar en Irak
Sobre la “nueva cultura del desarme”, que había convocado a los asistentes a la cita, empezó hablando el cardenal iraquí Louis Raphaël I Sako, para cargar contra “la industria armamentística de la muerte y de la destrucción, que crea las guerras para poder vender armas”. Frente a ello, el patriarca de Babilonia de los Caldeos subrayó que “la base de todo debe ser el diálogo, basado en el respeto de las otras religiones y culturas“. Un diálogo que, en opinión del purpurado, no tiene solo un enfoque “técnico o diplomático”, sino que se trata de “respetar, escuchar y entender lo que piensa el otro, evitando simplificar las cosas”.
“Hemos dado mucho a los musulmanes, pero ahora intentan echarnos del país”, se lamentó Sako, tras recordar que “nuestras casas y pueblos han sido ocupados en la llanura de Nínive”. Y, empleando las palabras del papa Francisco en Abu Dabi, reiteró: “Todos somos hermanos, no enemigos”. Sin embargo, para garantizar una convivencia pacífica, entiende que es “urgente y necesario que los líderes religiosos utilicen un lenguaje positivo, no xenófobo”. En este sentido, se mostró abierto a trabajar con el islam, aunque “deberán hacer una nueva interpretación para las generaciones más jóvenes”.
Mientras tanto, el cardenal iraquí confía en “que el papa Francisco pueda venir a Irak y firmar un documento como el de Abu Dabi (‘La Fraternidad Humana’ ) que sirva como base para la convivencia entre religiones en su país.
Perdón y esperanza
Cerró el turno de intervenciones el desgarrador testimonio de Latifa Ibn Ziaten, de la Association pour le Jeneuss et la Paix (IMAD). Esta marroquí, llegada a Francia con 17 años y madre de cinco hijos, vio cómo la vida de uno de ellos alistado en el ejército se vio truncada por un terrorista islamista. “No fue un mártir ni un héroe, solo un asesino que causó mucho sufrimiento”. Un dolor del que ella sacó toda una lección de vida. Desde hace ocho años, visita colegios y cárceles porque descubrió que “es posible tener esperanza”.
Antes, investigó al asesino de su hijo y, gracias a ello, se dio cuenta de que “la juventud necesita ser ayudada, acompañada y escuchada”. Y así le perdonó por lo que era (“un chico que no había sido educado en el amor de un hogar y de una sociedad”), no por lo que hizo. Un paso previo para embarcarse en la tarea que ahora le ocupa: “devolver la esperanza a estos corazones”, ayudar a “abrir ojos y corazones para dejar un mundo mejor a estos jóvenes”.