De la mano. A un mismo paso. Con diferentes vestiduras, pero un mismo objetivo: la paz. Bajo un mismo cielo encapotado. Pero con su mirada hacia un mismo Dios. Así se adentraron esta tarde en la explanada de La Almudena líderes cristianos, judíos, musulmanes, budistas y sintoístas de 97 países diferentes. Sin barrera alguna. Ni confesional. Pero tampoco idiomática, nacional o de raza. Con esas manos estrechadas que posteriormente evolucionaron en un minuto de silencio por quienes sufren la violencia y se convirtió en un abrazo entre el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y los diferentes representantes religiosos se rubricaba y renovaban un acuerdo por la paz entre todos los hombres y mujeres de fe del planeta.
Fue el clímax de tres jornadas de encuentro promovido por la Comunidad de Sant’Egidio bajo el lema ‘Paz sin fronteras’, en el que han participado 400 personalidades como ponentes en 27 mesas redondas, a la que se han sumado miles de peregrinos.
“¡No nos escondamos detrás del muro de la indiferencia! Dios no quiere la separación entre hermanos. Dios no quiere guerras”, fue el grito que todas las religiones lanzaron a través del manifiesto final, justo cuando se cumplen 80 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial y 30 años de la caída del Muro del Berlín: “Quien usa el nombre de Dios para justificar la guerra, la violencia y el terrorismo profana el nombre de Dios”.
“Hemos rezado, hemos escuchado el lamento silencioso y el grito de quienes están excluidos”, se proclamó en un documento en el que se advierte de “la reaparición del culto de la fuerza y las contraposiciones nacionalistas”. El manifiesto fue leído por una joven española y entregada por un grupo de niños a cada uno de los representantes de las confesiones presentes en la ceremonia. Posteriormente, uno a uno, los líderes religiosos portaron una antorcha para encender el gran candelabro de la paz y firmar el documento.
Es más, el texto reconoce que las religiones, las personas y los pueblos se encuentran ante dos caminos: “Trabajar para la unificación espiritual que le ha faltado a la globalización únicamente económica, o dejarse utilizar por quienes sacralizan las fronteras y los conflictos”.
Como reflejo de lo expresado en las distintas mesas de diálogo, el manifiesto reclama una mayor “diálogo y cooperación” frente al aislamiento para solucionar los “grandes problemas” de la humanidad, entre los que se destaca la guerra, las epidemias, las migraciones, la amenaza nuclear o el calentamiento global, sobre el que se hace especial hincapié: “No podemos dejar que se derroche inconscientemente el aire, el agua, la tierra, los recursos humanos, porque sería un peso insoportable para las futuras generaciones”.
En esta misma línea, los miles de personas congregados en Madrid clamaron “a los responsables políticos, a los más ricos del mundo, a los hombres y mujeres de buena voluntad” que se empeñen “para evitar que millones de niños mueran cada año por falta de atención médica y para poder mandar a la escuela a millones de niños que hoy no pueden ir”. “Con la ayuda de Dios y la oración una Paz sin fronteras es posible”, concluye el manifiesto.
En esta misma línea se expresó en su intervención final el cardenal Osoro: “¡Qué bien queda el corazón humano cuando nos dedicamos a construir puentes y no a poner muros! ¡Qué importante es tomar decisiones claras y apostar por la cultura del encuentro!”.
El arzobispo madrileño envió a los participantes a ser “sembradores de paz” y actualizó las bienaventuranzas vinculadas con la puesta por la fraternidad. “Bienaventurados los que mediante la oración, el servicio a los heridos, a los que pasan hambre, a los desplazados o viven en el miedo, les hacen sentir su amor”, declamó Osoro.
El presidente de Sant’Egidio, Marco Impagliazzo, por su parte, apostó por crear “un mundo sin fronteras sin renunciar a nuestras tradiciones, convicciones”. “No nos hemos puesto máscaras ni hemos hecho concesiones para llegar a un acuerdo fácil”, expresó a modo de evaluación de estas jornadas.
Impagliazzo recordó que “la confusión y el sincretismo no caben en la concepción de los pueblos creyentes. No hemos rezado los unos contra los otros. No hemos rezado los unos olvidando a los otros”. Desde ahí, reiteró que “el cielo es uno solo”, al que se dirigen tanto quienes sufren “la bombas en Siria” como quienes viven “oprimidos por la pobreza”.
En una clara referencia a la apuesta del Papa Francisco por la ecología integral, el presidente de Sant’Egidio comentó que “el aire que respiramos no conoce aduanas: es el mismo para todos”. Así, instó a aumentar “la conciencia de una casa común”, con una mirada especial a los pueblos del Amazonas.
Por último, hizo un llamamiento para que “los hombres y mujeres de religión asuman la tarea histórica y profética de romper barreras y unir el mundo”. “Dios nunca nos divide, sino que nos une”, concluyó no sin antes anunciar que la sede del próximo Encuentro por la Paz de Sant’Egidio tendrá lugar en Roma en 2020.
En nombre de los 400 ponentes participantes, el sacerdote mexicano Alejandro Solalinde pidió a todos las religiones que trabajen para mejorar las condiciones de vida de las personas “para que nadie tenga que salir forzosamente de sus hogares”. “Recibamos a los migrantes como a Jesús mismo”, pidió en concreto a los cristianos.
El responsable de la pastoral migratoria de México señaló que vivimos “en un tiempo migrante”, que es el principal signo de los tiempo. “Las personas en situación de movilidad humana nos avisan de que algo del mundo ya se destruyó en los lugares de origen”, apuntó tras condenar “el sistema capitalista” y el “materialismo consumista”.
Lejos de todo estigma, Solalinde presentó a los migrantes como “oportunidad para afianzar la fe en el dios que es de todos”. “Con ellas y con ellos, va el amor a la familia y a la tierra como madre que da vida a todos, la esperanza en medio de un tiempo mejor”.
Previamente a esta ceremonia conjunta, la archidiócesis de Madrid dispuso algunos espacios cercanos a la catedral para que las diferentes confesiones celebraran una vigilia de oración de acuerdo a su credo. La Almudena acogió una plegaria que presidió el cardenal Osoro, en la que instó a los asistentes a promover una “búsqueda tenaz y confiada de la unidad de los cristianos y de la paz de todos los pueblos”.