En una de las varias mesas redondas que protagonizaron la sesión vespertina de la segunda jornada del encuentro “Paz sin fronteras. Religiones y culturas en diálogo”, organizado por la Comunidad de Sant’Egidio y desarrollado en Madrid del 15 al 17 de septiembre, el tema concitó la atención de numerosos participantes hasta el punto de que casi una hora antes se habían agotado los asientos en la majestuosa Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes.
El tema lo merecía: “El racismo emergente”, así como el plantel de ponentes, entre ellos, dos muy destacados y queridos para el papa Francisco, el rabino argentino y buen amigo de Bergoglio, Abraham Skorka, y el arzobispo de Bolonia y destacado miembro de la Comunidad de Sant’Egidio, Matteo Zuppi.
Comenzó afirmando Skorka que “la única raza es la raza humana”, por lo que advirtió contra “la charlatanería de todos aquellos que obvian la realidad científica y allanan el camino para los campos de concentración y la shoah con mensajes que tienen un fondo racista”.
“El racismo es una actitud humana intolerable”, señaló, añadiendo que cada pueblo e individuo tiene una responsabilidad para con Dios, que no es de superioridad. “Ningún individuo podría decir que el lugar en donde nació les pertenece solamente a ellos, según la tradición hebrea”, y recordó que hubo un proyecto de escribir una encíclica contra el antisemitismo, que no salió adelante y que, de hacerlo, “hubiese chocado con las legislaciones antisemitas puesta en práctica por los nazis”.
“Hoy vuelven a resurgir manifestaciones de racismo y odio. Lo vemos en el mundo con los refugiados, lo que hace necesario un mensaje urgente de advertencia”, demandó. “Los migrantes –añadió– sufren el trauma grande de la dislocación, con el desarraigo consiguiente, lo que les lleva a luchar con realidades que les son ajenas, por lo que es lógico que tiendan a congregarse en barrios en donde viven con sus semejantes, por lo que es fácil victimizarlos y pagarles sueldos míseros”.
Ante eso, Skorka invitó a aprender la lección “tras los tremendos desastres que hemos sufrido” en un pasado de odio, guerras y holocausto, porque “hoy resurge la xenofobia y la islamofobia, como se ve fácilmente en Internet. Y parece que estos sentimientos nunca dejan de estar presentes en la historia de la humanidad”.
Para superar estos impulsos, prosiguió el rabino, “necesitamos un enriquecimiento espiritual, con reflexiones como la encíclica Nostra aetate, y necesarias actuaciones como las de Sant’Egidio para luchar contra la toxina del odio”, concluyó el íntimo amigo de Francisco, con quien colaboró en Argentina en labores divulgativas sobre las religiones cuando Bergoglio era el arzobispo de Buenos Aires.
El neocardenal Zuppi, por su parte, señaló que a veces dejamos en un limbo a las personas que llegan a nuestros países, por lo que “nunca debemos de perder nuestra capacidad de ser intolerantes contra el racismo”, advirtiendo contra esa “gente de ciencia que tiene la tentación de definir determinadas cosas, el revisionismo de algunos y las fake news que crean tendencias en las que están trabajando también periodistas”.
“Todos podemos ser aliados del racismo, con la indiferencia por ejemplo”, afirmó, y contó algunos casos que llevan el sello del racismo, como que “en Bolonia no se alquilan casas a los extranjeros ni aunque vayan de parte de Cáritas”. “Eso es racismo, eh, a veces basta simplemente con una mirada a alguien porque tiene un acento diferente, un color distinto, etc. Y eso también es racismo, como cuando no acudimos al médico porque es negro”, agregó.
Finalmente, Zuppi, sin citar nombres que estaban en la mente de todos los asistentes, aseguró que “cuando se insiste siempre en que ‘primero nosotros’, es que alguien tiene que venir después, lo que es inaceptable para nosotros, porque cada vez que se abre el evangelio, lo que viene primero es el prójimo”.
De ahí que afirmase con rotundidad que “una persona religiosa no puede ser racista de ninguna manera, porque todos somos hijos de Dios, diferentes, pero hijos de Dios”, y aseguró, para concluir antes de la gran ovación de la jornada, que “las religiones son un antídoto contra el racismo cuando están ajenas a cualquier vinculación política”.