Lleno en el Aula Magna del Seminario diocesano de Madrid este martes 17 de septiembre, para escuchar a los ponentes en la mesa redonda “Laicos y creyentes hablan de humanismo”, dentro de la última jornada del encuentro “Paz sin fronteras. Religiones y culturas en diálogo”, organizada por la Comunidad de Sant’Egidio y celebrado en Madrid desde el pasado domingo día 15.
De nuevo, inmensa mayoría de asistentes italianos, miembros de esta realidad eclesial fundada por Andrea Riccardi y que se han desplazado hasta la capital de España para escuchar y aprender, sí, pero también para participar como voluntarios y echar una mano en la organización de un evento que no ha tenido el eco mediático –ni eclesial– que bien merecería.
En la sesión de hoy, un miembro destacado de esa ‘curia’ paralela que ha tenido que buscarse Francisco: el arzobispo Vincenzo Paglia, que ha sido directamente encomendado por Bergoglio para poner en marcha, con más sufrimientos y recelos de los previstos, el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia.
La miopía de la humanidad
Recibido con un sonoro aplauso, Paglia se remontó a la caída del Muro de Berlín afirmando que “fue posible gracias a la alianza entre creyentes y no creyentes, que no hacía diferencias entre religiones y que tenía raíces en el diálogo” mutuo, según afirmó el también presidente del Pontificio Consejo para la Familia y uno de los fundadores de Sant’Egidio.
Pero luego de ese acontecimiento histórico, denunció acto seguido, “la miopía de la humanidad, que se encaminó rápidamente hacia la balcanización de Yugoslavia y ahora del mundo”, una situación a la que, desde la Iglesia, “hemos querido contraponer el llamado espíritu de Asís con una serie de encuentros y también como este que estamos celebrando”.
“Por primera vez en la historia de la humanidad, los hombres podemos destruir toda la humanidad con el armamento nuclear; con la crisis ecológica, porque el cielo no tiene fronteras y la contaminación afecta a todos,; y con una revolución tecnológica que nos anticipa el poshumanismo”, aseveró. “Frente a esto –propuso– tenemos que darnos cuenta de que no podemos salvarnos solos: o nos salvamos juntos o no se salva nadie, por lo que tenemos la obligación de estar juntos, como hicimos cuando la caída del Muro en 1989”.
Alianza entre creyentes y no creyentes
En este sentido, en un mundo desafiado por retos “gigantescos”, Paglia afirmó que “el mundo laico y el mundo creyente están invitados a colaborar juntos. Es indispensable esta nueva alianza, retornar al sermón de la montaña, al discurso del Evangelio. No pocas personas que no son creyentes nos están invitando a proponer la dimensión evangélica, una dimensión que sigue proponiendo el papa, Francisco, como en el Documento sobre la fraternidad humana, que es un camino que se dirige a lo más profundo de la fe, que involucra en primera persona a los que la practican”.
“Creyentes y no creyentes –concluyó el arzobispo italiano– tenemos que redescubrir la pasión por el hombre y por la humanidad, para dar esperanza a nuestra sociedad y vida al sueño de una fraternidad universal”.
Adam Michnik reiteró su denuncia ya explicitada en otras mesas redondas en estos días sobre el discurso homófobo del Episcopado de su país, Polonia, una postura que afecta también a otros ámbitos y que dificulta el diálogo con la sociedad actual, convirtiéndola en un actor que no ayuda a avanzar, al contrario que en la época de Juan Pablo II, el Papa polaco que impulsó las reformas que desembocaron en la vía democrática para un país muy significativo en el bloque soviético de la época.
Cuando el humanismo ataca a la fe
Ephraim Mirvis, rabino jefe de Gran Bretaña y de la Commonwealth, exhortó a “relacionarnos con compasión hacia los otros, con las alas hacia el cielo, porque eso forma parte de nuestra relación con el creador, como nos los recuerda nuestra fe”.
Al hablar del humanismo, indicó que “esto quiere decir cosas distintas para personas distintas, y en el Reino Unido muchas veces el humanismo es un ataque directo a la fe, cuando tenemos que estar muy orgullosos de los que somos, pero sin denigrar a los demás”.
“Pido a los amigos humanistas que vivan a nuestro lado y que, si quieren ser un estilo alternativo de vida, dejen a los demás la libertad de practicar la religión, porque no se puede practicar la tolerancia practicando la intolerancia”, rogó el rabino británico. “Respetemos y cooperemos y mantengamos nuestras sociedades en paz”, concluyó.
“Todo está en amarás al prójimo”
En el turno de la periodista, escritora y activista Pilar Rahola, esta aseguró que los no creyentes como ella necesitan a quienes confían en la trascendencia, “porque cuando desde ella se enseña la empatía, el ponerse en el lugar del otro, fundamos la sociedad moderna, porque todo está ahí: en amarás al prójimo”.
“Yo no me atrevo a poner en cuestión los dogmas religiosos, porque los dogmas políticos han causado millones de víctimas en nuestra época, pero tenemos el reto de volver a los valores éticos que emanan de la Biblia, del mensaje de Jesús”, afirmó, denunciando a su vez que “estamos viviendo un siglo de limpieza étnica religiosa”.
Compañeros de viaje
“Hoy hay más luchadores de la libertad entre los creyentes que entre los no creyentes, por lo que tenemos que ir de la mano todos, sin pensar que unos están por encima de otros, porque la fe ha dado también mucha luz al mundo”, abundó Rahola, que no dudó en señalar a “un determinado progresismo que desprecia a los creyentes, por lo que hay una cristianofobia sutil que viene de ese progresismo, de la izquierda, y que debería ser denunciado públicamente”.
“Escucho a los creyentes que han participado en esta mesa y veo a compañeros de viaje”, señaló la periodista, que hizo votos para que todos, creyentes y no creyentes, “volvamos s encontrarnos”. “Yo necesito a ese Dios, lo necesito tanto que a veces hasta llegamos a encontrarnos”, confesó.