Sacar la cara por los últimos. Es el llamamiento a título personal, y en conjunto, por los tres obispos misioneros combonianos que han participado en la primera mesa redonda del Congreso Nacional de Misiones, organizado en Madrid por Obras Misionales Pontificias con motivo del Mes Misionero Extraordinario convocado por el Papa Francisco.
Por un lado, Eugenio Arellano, del vicariato apostólico de Esmeraldas, reivindicó que, “como Iglesia tenemos que ser más claros en nuestra apuesta por los pobres. A ellos les vendría bien que fuéramos más agresivos y menos mansos”. El presidente de la Conferencia Episcopal de Ecuador subrayó que “el pobre es bienaventurado, pero el empobrecimiento y la miseria no son una bienaventuranza. Que un hombre se muera antes de tiempo porque no tiene medicinas o alimento, no tienen nada de bienaventurada”.
Deshumanización
“Cuando la pobreza es grande deshumaniza”, señaló el prelado de una región ecuatoriana de mayoría afroecuatoriana, “una reserva de humanidad, despreciada por todos los Gobiernos de turno por negros y por pobres”. “He ido miles de veces a los ministros de turno para decirles que están promoviendo la corrupción. No hay espacio para el pobre”, criticó Arellano.
Sin embargo, el misionero comboniano no se deja llevar por el pesimismo. Así lo demuestra el hecho de su apuesta educativa: “Creemos mucho en el poder evangelizador de la educación. En nuestra misión tenemos inscritos a 70.000 alumnos, un tercio de la población total”.
Empoderar a los laicos
De la misma manera, el obispo navarro ha hecho una apuesta firme por empoderar a los laicos, tanto de puertas para adentro, con los llamados “guías” -animadores de comunidades- y los “rezanderos” -que en el duelo-; como de puerta para afuera, formando a líderes sociales que están al frente de las diferentes organizaciones campesinas.
El obispo navarro está convencido de que “vivimos en una sociedad de indefinición, pero en la Iglesia sería imperdonable vivir así. Tenemos que ser definidos en nuestras opciones. A mí los pobres me han enseñado el rostro de Cristo, me han enseñado a orar”.
Corazones heridos
En esta misma línea, se expresó Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, que expresó cómo “siempre he buscado estar con los más pobres y vulnerables”. “Necesitamos expertos que vengan a ayudarnos tantos corazones heridos de los niños que se han quedado huérfanos o de las adolescentes violadas”, pidió el prelado, que alertó de cómo República Centroafricana “seguimos en guerra, pero más menguada”.
De hecho, hoy por hoy, confesó que “tenemos la mitad de las misiones destruidas, pero nos queda la fe”. Aun así, con sus 25 sacerdotes y 11 parroquias ha decidido transformar el Mes Misionero Extraordinario “en todo un año en el que vamos a promover el encuentro personal con Cristo, buscar las raíces de nuestra fe y volcarnos sobre los más vulnerables”. “Si África es capaz de explotar su riqueza sin que la roben, tendrá futuro. Es más, será la Iglesia del futuro”, añadió.
Iglesia joven
Por último, Miguel Ángel Sebastián, obispo en Sarh (Chad), recordó cómo “es la última Iglesia que ha nacido en el interior de África. Es una Iglesia joven, no solo porque ha surgido hace poco, sino porque son los jóvenes las que la dinamizan. Los jóvenes llenan nuestras Iglesias”.
Desde esta nación africana, Sebastián hizo hincapié en los 700.000 refugiados de Sudán y de República Centroafricana. “Vivo en un país rico, pero empobrecido por unos y otros, especialmente por las multinacionales que se enriquecen a costa del petróleo”, lamentó. Sin embargo, destacó cómo el hecho de que el Chad sea un país laico “permite a la Iglesia ejercer su misión con libertad y celebrar la fe en público”.