“El apostolado no es un adorno, ni solo para quien se está jugando la vida en las fronteras, sino algo ineludible para cualquier cristiano”. Con esta premisa, María Consolación Isart Hernández, vicedirectora del Instituto Diocesano de Ciencias Religiosas de Valencia, se dirigió esta tarde a los participantes del Congreso Nacional de Misiones, organizado por Obras Misionales Pontificias y que se celebra desde ayer en Madrid.
Isart subrayó que vivimos en “una globalización vacía” en la que Cristo se presenta como la “única verdad”. La profesora explicó además que “el cristianismo ha perdido su vertiente evangélica”. “Muchas veces estamos descafeinados, una cosa es presentar a Dios con humildad y otra con timidez. Tenemos que ser coherentes: lo que dices lo haces”, explicó.
Renunciar a la pisa
A partir de ahí, enumeró algunas propuestas para una evangelización eficaz en el mundo de hoy. “Tenemos que renunciar a la prisa, a la rapidez para convertir a los que tenemos cerca en un mundo de vértigo”, comentó, a la vez que propuso trabajar desde “minorías creativas” que sepan capaces de ofrecer el mensaje de Jesús con todas sus exigencias. “Si ofrecemos piedad rancia o una experiencia de oración breve o un ratito dedicado a los demás, eso no convence a nadie”, apostilló.
La investigadora hizo un llamamiento a trabajar con los jóvenes favoreciendo el encuentro directo con Jesús en la oración, convencida de que “la juventud tiene sed de Dios, solo tenemos que rascar para hacérselo ver”. “Dios es el misionero por antonomasia”, comentó, a la vez que propuso poner en el centro de la evangelización a María.
En la sesión de la mañana, el profesor Joao Duque, de la Universidad Católica de Portugal presentó “la misión como un proceso de envío”, que la Iglesia asume. Para Duque, el proceso evangelizador debe centrarse en el mundo de hoy en humanizar, o lo que es lo mismo, “buscar e incentivar el humano común”.