La solidaridad como respuesta a la destrucción. La caridad como réplica al sufrimiento. El temporal que asoló el sudeste español a mediados de septiembre ha reactivado los mecanismos de ayuda de las diócesis más afectadas: Valencia, Orihuela-Alicante y Cartagena-Murcia. Seminarios convertidos en albergues, auxilio inicial con ropa, comida y medicinas, y una atención personalizada por voluntarios de parroquias y Cáritas mitigaron los efectos de una gota fría que se ha ensañado con los más humildes. Una oportunidad también, como afirma el párroco de una de las localidades más afectadas, para que en medio de la devastación aflore la caridad y la oportunidad de, “pese a lo dramático, ver el lado bueno de las personas”.
Una de las primeras en movilizarse fue la diócesis de Orihuela-Alicante, en la que su seminario diocesano se ha convertido en refugio que ha acogido a más de ochenta personas. “Desde que se decretó la alerta comenzamos a prepararnos”, relata Francisco Colomina, su rector. “El edificio está en la parte alta, y eso lo convierte en un lugar seguro en caso de inundación, por lo que pensamos que sería un buen sitio para acoger a los afectados”. El mismo día que se decretó la alerta, el miércoles 11, el rector, junto con el obispo, Jesús Murgui, decidieron enviar a los seminaristas a sus casas, preparar habitaciones y aulas para la acogida, en colaboración con la Cruz Roja, y poner a disposición de las autoridades todo el edificio.
“El jueves llegaron los primeros afectados. Gente muy vulnerable, familias que vivían en zonas marginales, junto a las riberas del río, o emigrantes que habían llegado a la zona para trabajar en el campo y se encontraban de okupas en casas de la huerta”, explica Colomina. “Fue impresionante ver cómo llegaban hasta aquí, sin nada. Lo primero fue facilitarles ropa limpia, pues venían mojados y sucios. Algunos habían pasado toda la noche atrapados en los polígonos en los que estaban trabajando, refugiados en las zonas altas”, añade el rector. “Nos contaban, impresionados, cómo habían sentido la fuerza del agua, que arrastraba camiones como si fueran de papel”, explica.
Las instalaciones del seminario han permitido instalar varias zonas con literas y aseos comunes para albergar hasta un total de ochenta personas. Conforme la situación se va normalizando, las personas acogidas están volviendo a sus casas o las de familiares, aunque Colomina desconoce hasta cuándo se prologará esta acogida. “Hay gente que no puede volver a sus casas porque ya no las tiene”, señala. De momento, los seminaristas mayores ha vuelto al seminario y están colaborando en la ayuda a las familias, hasta que puedan ser realojadas.