El Papa, en la audiencia general: “La calumnia es un ‘cáncer diabólico’ que mata siempre”

  • Durante su catequesis en la plaza de San Pedro del Vaticano, Francisco explica que los diáconos no son “sacerdotes de segunda” y que su ministerio nació “para el servicio”
  • “Solo el abandono de la propia vida en las manos del Padre y el perdón de quienes nos ofenden hacen ver la calidad de nuestra fe”, comenta exaltando el ejemplo de los mártires

El papa Francisco en la audiencia general del 14 de noviembre de 2018

No hay forma “más mezquina” para destruir un ser humano que el falso testimonio. Lo advirtió este miércoles el papa Francisco durante la audiencia general que presidió en la plaza de San Pedro del Vaticano ante miles de fieles y peregrinos. “La calumnia mata siempre. Este ‘cáncer diabólico’, que nace de la voluntad de destruir la reputación de una persona, agrede también al resto del cuerpo eclesial y lo daña gravemente cuando, por intereses mezquinos o para cubrir las propias incapacidades, se une a ello para mancillar a alguien”, dijo.

El Pontífice continuó con su ciclo de catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles explicando las dificultades que afrontó la primera comunidad cristiana para “armonizar las diferencias” en su interior de manera que no se produjeran choques ni rupturas. Se vivían “equilibrios frágiles y precarios”, frente a los que surgía la dificultad de la cizaña. “¿Y cuál es la peor cizaña que destruye una comunidad? La cizaña de las murmuraciones y de los chismorreos”, advirtió Jorge Mario Bergoglio.

El diácono no es para el altar

Los apóstoles respondieron a estas dificultades con un camino de “discernimiento” que les llevó a distribuir tareas para que ni la predicación del Evangelio ni la atención a los pobres se vieran mermadas. Así nació el ministerio de los diáconos, formado inicialmente por “un núcleo de siete hombres de buena reputación”. Francisco destacó que este ministerio se creó “para el servicio” y que el diácono “no es un sacerdote de segunda. Es otra cosa. No es para el altar, es para el servicio, es para cuidar el servicio en la Iglesia. Si le gusta mucho el altar, se equivoca, ese no es su camino”.

En su alocución, el Papa puso a Esteban como ejemplo a seguir para los diáconos. Contra él se alzó “el mal de la murmuración” y acabó condenado a la lapidación, pero “no buscó escapatorias”. Su testimonio muestra que “solo el abandono de la propia vida en las manos del Padre y el perdón de quienes nos ofenden hacen ver la calidad de nuestra fe”, destacó Francisco, para recordar a continuación cómo la Iglesia cuenta hoy con “más mártires que en los tiempos de sus inicios”.

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