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Vicario de Leticia: “Es fundamental conocer el alma indígena para poder tratar con total libertad con ellos”

  • José de Jesús Quintero Díaz, máxima autoridad eclesial de esta jurisdicción, comparte con Vida Nueva sus impresiones camino al Sínodo de la Amazonía
  • El trabajo pastoral en la jurisdicción de Leticia data de muchos años, las consultas presinodales lo que han hecho es reflexionar por el camino andado y recoger esos clamores





Bordeada por  los ríos más grandes de Colombia: el Caquetá y el Putumayo, y con más de 800 kilómetros de frontera ribereña, el departamento de Leticia es el corazón de la región amazónica colombiana, cuyo vicario apostólico, José de Jesús Quintero Díaz, ocupará uno de los puestos en el venidero Sínodo amazónico que iniciará este 6 de octubre.

Vida Nueva ha conversado con el prelado para conocer sus impresiones camino a este importante evento, quien no dudó en afirmar que “todo lo que tiene que ver con la preparación hacia al sínodo nos ayuda a sensibilizar todo el trabajo pastoral, estamos empeñados en buscar nuevos caminos y en eso andamos”.

Uno de sus más grandes anhelos es tener en su jurisdicción sacerdotes indígenas: “No tenemos muchos sacerdotes, pero con lo que cuento son de una gran calidad humana, entonces quisiera tener sacerdotes indígenas ordenados para que se consagren a trabajar dentro de sus territorios”.

Trabajo pastoral de vieja data

El trabajo pastoral en la jurisdicción de Leticia data de muchos años, las consultas presinodales lo que han hecho es reflexionar por el camino andado y recoger esos clamores. “Son muchos los que nos han precedido”, dice el vicario. Recuerda que en el año 1952 los padres capuchinos de la mano de Marceliano Eduardo Cannes Santacana, en ese entonces prefecto apostólico, se encarnaron durante más de 37 años en Leticia, “él venía de trabajar en Putumayo en la antigua jefatura apostólica del Caquetá, por ello tenía un conocimiento de trabajo con indígenas”, ha comentado.

Quintero Díaz desde sus 15 años, recién entrado al seminario menor en el Chocó, pacífico colombiano, dice respecto a su vínculo con los indígenas que “desde entonces comencé a aprender de ellos incluso se lengua”. Allí permaneció 31 años para luego llegar a la población del Tibú – oriente del país – para inculturarse con los indígenas motilones durante 4 años. Finalmente Leticia lo recibió de brazos abiertos, donde sigue aprendiendo de 27 etnias indígenas, porque “entre ellos he encontrado gente santa que ama a Dios, su familia, su territorio y a sus hermanos”.

“Es fundamental conocer el alma indígena para poder tratar con total libertad con ellos”, ha dicho este prelado de 70 años que según dice “estará con sus hermanos indígenas hasta que Dios así lo disponga”.

Educación y salud pendientes

En cuanto a los problemas más acuciantes tratados en las asambleas consultivas presinodales que realizaron junto con la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) ha dicho que sobre la mesa siguen estando la educación y la salud. “Es necesario replantear por parte del Estado una mejor asistencia educativa a los niños y jóvenes para brindarles herramientas necesarias para entrar en diálogo con un mundo que está marcado por la globalización”, ha indicado.

Por otra parte, las falencias del sistema de salud en toda Colombia no son excepción en Leticia, incluso por lo intrincado de la zona – 15 días por vía lacustre y 1 hora 30 minutos por avión – los enfermos de gravedad demoran más de 10 días incluso para poderlos llevar al centro asistencial más cercano. “Logran sacarlos cuando la enfermedad está muy avanzada”, porque lamentablemente “algunos han llegado a Leticia a morir”.

Libres de problemas socioambientales

Al menos, dice el vicario, los problemas socioambientales no son un dolor de cabeza por lo aislado de la zona y la densidad de las lluvias durante el año, eso convierte a Leticia en una zona no apta para cultivos ni  ganadería. Si bien hay petróleo, aún no se ha dado explotación del mismo como tal, aunque a  unos 800 km de Leticia en Araracuara ha habido explotación ilegal de oro, pero “las autoridades han estado muy pendientes para bloquear estas actividades extractivistas”.

La única deforestación que sufre este territorio equivale al 1% y es la que hacen las familias indígenas para hacer la chagra (enterrar huesos de sus difuntos) y en esa chagra  luego crece nuevamente la vegetación, por tanto es una utilización del suelo que se va recuperando. Sin embargo uno de los problemas con el cual han tenido que lidiar es con los cultivos ilícitos de coca al sur en la frontera con Perú y que “de alguna manera ha influido en el narcotráfico y hemos recibido los coletazos”, ha denunciado.

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