“De cómo se reaccione ante la lacra de los abusos, se juega nuestro futuro y nuestra credibilidad como Iglesia. No estamos antes casos aislados, sino que se trata de un problema estructural”. Con esta contundencia, Luis Alfonso Zamorano comenzó su intervención al presentar en Valencia su libro ‘Ya no te llamarán abandonada’ (PPC).
Zamorano hizo un balance del recorrido realizado por la Iglesia en estos últimos meses y apreció el cambio de actitud y las acciones que se han llevado a cabo tanto en Roma como en las Iglesias locales. “En un momento determinado, la Iglesia dijo: opción preferencial por los pobres. Pues bien, ahora tiene que decir: opción preferencial por las víctimas”, expuso el sacerdote de la Fraternidad Verbum Dei: “Ya estamos empezando a poner a las víctimas en el centro, pero nos queda camino por recorrer. Nunca será suficiente lo que se hagan, porque n nunca llegaremos a ahondar realmente en su drama”.
“Jesús nos dice hoy: quien recibe a este niño violentado, me recibe a mí. Sueño con que todos aquellos que llevan un niño herido dentro, puedan recibir el abrazo sincero de la Iglesia”, comentó este consagrado especialista en el acompañamiento de menores y adultos vulnerables víctimas de abusos de poder, conciencia y sexual.
De la misma manera, rompió con la idea de las acusaciones falsas en relación a esta materia, lo que le llevó a reclamar auditorías externas que garanticen una investigación a fondo e imparcial de cada caso: “Más del 95 por ciento de las denuncias de abusos son ciertas. Una persona que se atreve a romper su silencio no tiene intereses ocultos”, defendió Zamorano que, al paso, agradeció la labor de los medios de comunicación por hacer públicos algunos de estos casos: “Sin ellos, quizá la Iglesia hubiese seguido tapando la situación”.
En esta misma línea, avaló el proyecto de ley de Protección del Menor, presentada por el Gobierno el pasado mes de diciembre, en la que se plantea aumentar la prescripción de los delitos: “Es tal el trauma que puede generar una situación de abusos, que la persona que los ha sufrido puede perfectamente empezar a verbalizarlo cuando tiene 40 o 50 años. Precisamente en Chile ya se ha aprobado que estos delitos prescriban veinte años después de que rompan su silencio”.
Pero no siempre, la víctima da el salto a ser superviviente. Y ahí entra también una losa ética y moral, en ocasiones, infranqueable: “Hay gente que calla de por vida porque no es capaz de enfrentarse a ello y lo tapa como mecanismo de defensa. Pero también hay otros que silencian el padecimiento de los abusos, porque consideran que alzar la voz es ser un mal hijo de la Iglesia”.
Durante el acto, también se puso sobre la mesa qué hace con los clérigos abusadores. Tras subrayar que han de cumplir su condena penal y canónica, Zamorano también hizo hincapié en la necesidad de una “justicia restaurativa”: “No es equidistancia, pero tiene que haber una puerta abierta para el victimario. Si han pisoteado la dignidad del otro, no vamos a hacer lo mismo con ellos”.
En la presentación también intervino el obispo auxiliar de Valencia, Arturo Ros, que aseguró al respecto: “No podemos ponernos de perfil ni callar”. “Necesito aprender a saber qué tengo que hacer en estos casos”, confesó ante el autor sobre lo que considera un “desafío” para la Iglesia, además de proponer una reflexión a toda la sociedad: “¿Qué nos pasa en este mundo? Como consuelo, podemos decir que nos hemos olvidado de Dios, pero hay que ir más allá”.