Bernardito Auza es el nuevo nuncio apostólico en España. Así lo ha confirmado hoy el Vaticano, después de que Vida Nueva lo adelantara el pasado 14 de septiembre. El papa Francisco ha elegido al actual observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas como sustituto de Renzo Fratini.
El nuevo nuncio nació el 10 de junio de 1959 en Talibon (Filipinas). Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1985 e incardinado en la diócesis de Talibon. Tras obtener el doctorado en Teología, ingresó en el servicio diplomático de la Santa Sede el 1 de junio de 1990. Ha prestado sus servicios en las nunciaturas de Madagascar, Bulgaria, Albania, en la sección para las Relaciones con los Estados de la secretaría de Estado y desde 2014 en la representación permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York. Además, durante 6 años fue el nuncio en Haití.
Tal y como informó esta revista, el Consejo de Ministros dio el 13 de septiembre su visto bueno necesario para autorizar el nombramiento del nuevo embajador de la Santa Sede en nuestro país. Según fuentes de Moncloa, el proceso siguió los cauces habituales a través del Ministerio de Asuntos Exteriores. Sin embargo, dada la coyuntura actual, el relevo en la Nunciatura madrileña se ha llevado a cabo en un tiempo exprés. Sobre todo, teniendo en cuenta que apenas han transcurrido dos meses –con verano de por medio– desde que el anterior nuncio, Renzo Fratini, hiciera efectiva su jubilación el pasado 2 de julio.
Fuentes de Vida Nueva atestiguan que desde Moncloa se busca dar normalidad con este plácet y, de esta manera, dar por zanjada la polvareda generada por las declaraciones de Fratini sobre la exhumación de Franco que provocaron una queja oficial de la embajadora cerca de la Santa Sede, Carmen de la Peña. Al mismo tiempo, desde el Ejecutivo socialista también buscan limar asperezas con la Santa Sede ante los desaires de la vicepresidenta Carmen Calvo tras su encuentro con el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, el pasado mes de octubre.
En la designación de Bernardito Auza, Francisco se habría implicado personalmente, dada su preocupación manifiesta por la realidad española, tanto sociopolítica como eclesial. De ahí precisamente que se haya querido evitar una “sede vacante” prolongada en la nunciatura madrileña, puesto que el Papa confía en que un nuevo embajador pueda desencallar algunas cuestiones prioritarias para él.
De hecho, en la Santa Sede, Auza es considerado un “primer espada” en lo que a su labor diplomática se refiere. Así lo ha demostrado durante los cinco años que ha permanecido como máximo representante eclesial en Naciones Unidas. No solo coordinó y supervisó la participación de Francisco en la Asamblea General en septiembre de 2015. Además, ha jugado un papel fundamental a la hora de aterrizar la nueva geopolítica promovida por el Papa argentino que ha vuelto a situar a la Iglesia católica como agente clave en procesos de gestión de conflictos, pacificación y reconciliación del planeta, así como incrementar su influencia en materias como el Pacto Mundial por las Migraciones y el Acuerdo de París sobre el Clima.
Quienes conocen de cerca a Bernardito Auza destacan su simpatía como la principal baza, lo que le permite abanderar la “cultura del encuentro” promovida por Francisco. Pero, sobre todo, su gran capacidad de trabajo, que le llevaba a permanecer desde primera hora de la mañana hasta altas horas de la noche en Manhattan haciendo trabajo de pasillo, de lobby, sea con representantes de las naciones, enlaces de ONGs o apoyo a diferentes grupos eclesiales de paso por Naciones Unidas.
De la misma manera, desde el Vaticano también aprecian su papel como observador permanente ante la Organización de los Estados Americanos y, fundamentalmente, una infatigable e incuestionable labor para coordinar la ayuda de toda la Iglesia tras el terremoto de Haití en 2010, donde se encontraba como nuncio.
Auza no llega de nuevas a España, sino que presume de conocer nuestro país a fondo, “de Finisterre a Cabo de Gata”. Así se lo explicaba en una entrevista a Vida Nueva hace cuatro años: “Mis amigos en el País Vasco me animaron a visitar incluso pequeños pueblos de la región, como uno llamado Auza, en el Valle de Utlzama, Navarra, donde algunos todavía llevan el apellido Auza. ¡Incluso visité las cuevas de las brujas en Zugarramurdi!”. Tampoco le son ajenas la catedral de Ávila, Santo Domingo de Silos, Montserrrat, Covadonga, Loyola o Sevilla.
Y lo hacía en un perfecto castellano fruto de su formación dominica en la Pontificia y Real Universidad Católica de Santo Tomás de Manila. Tanto en Filosofía como en Teología, la mayoría de sus profesores eran españoles. “Gracias a ellos, he llegado a conocer España. Estoy profundamente agradecido a mis profesores y amigos, me siento orgulloso de mi educación española”. Después llegaría la licenciatura en Derecho Canónico y el doctorado en Teología en la Pontificia Santo Tomás.
Ahora, en su regreso, Auza tiene por delante no pocos desafíos tanto en clave intraeclesial como en materia sociopolítica. En Roma miran con atención la situación de inestabilidad política que vive el país desde hace varios años, pero también el rápido proceso de secularización de España. De ahí, la necesidad de contar con alguien con la suficiente mano izquierda como para establecer un diálogo abierto y cercano con el Gobierno sin tener las espadas en alto ante cualquier escenario posible, incluida una renegociación de los Acuerdos Iglesia-Estado o, incluso, ejercer una mediación ante cualquier conflicto que pueda surgir .
En clave intraeclesial, su encomienda tampoco es pequeña. En sus manos está supervisar que la reforma de Francisco para toda la Iglesia universal aterrice sin más demora en nuestro país. Por un lado, todas aquellas cuestiones que tienen que ver con la aplicación, por ejemplo, de ‘Amoris laetitia’ en materia de formación y pastoral familiar. Pero, sobre todo, a la hora de promover el relevo episcopal en nuestro país.
Y es que, entre las tareas que competen al nuncio, se encuentra la propuesta de una terna de candidatos al Papa para el nombramiento de obispos de las diferentes diócesis vacantes, una misión que exige un conocimiento profundo de la realidad eclesial española, que se conjugue con el perfil de “pastor con olor a oveja” alejado de la idea de “príncipes de la Iglesia” que exige Francisco.
En este sentido, se encuentran relativamente próximos –al menos por fecha teórica de jubilación cumplida– arzobispados de trascendencia histórica en nuestro país como Burgos, Zaragoza y Valladolid, junto a otras plazas vacantes como Astorga y Ciudad Rodrigo. En menos de un año también cumplen los 75 años los arzobispos de Madrid, Valencia y Sevilla, además de los prelados de Canarias y Huelva. No podrá influir, en cambio, sobre otras de las vacantes, la del Arzobispado de Toledo, cuya terna ya se encuentra desde hace tiempo en Roma.
Por último, quién sabe si en ese futurible del que habla Francisco, será también el encargado de coordinar el viaje a España que se resiste.