“Este Mes Misionero Extraordinario quiere ser una sacudida que nos impulse a ser activos en el bien. No notarios de la fe y guardianes de la gracia, sino misioneros”. Así ha explicado el papa Francisco, durante la vigilia celebrada esta tarde en el Vaticano, cuáles eran sus intenciones a la hora de convocar esta celebración durante todo el mes de octubre. Y lo ha hecho a través de la parábola en la que “el Señor se presenta como un hombre que, antes de partir, llama a sus siervos para encargarles sus bienes” (Mt 25,14).
“Dios nos ha confiado sus bienes más grandes: nuestra vida, la de los demás, a cada uno muchos dones distintos”, ha dicho el Papa, y estos dones no son “algo para guardar en una caja fuerte, sino una llamada: el Señor nos llama a hacer fructificar los talentos con audacia y creatividad”. Y es que “Dios no nos preguntará si hemos conservado celosamente la vida y la fe, sino si la hemos puesto en juego, arriesgando, quizá perdiendo el prestigio”, ha subrayado.
“Para ser misioneros”, ha continuado, hay que vivir “como testigos”, siendo reflejo con los propios actos “de que conocemos a Jesús”. La palabra testigo “tiene la misma raíz de significado que mártir”, quienes son “los primeros testigos de la fe”. “No con palabras, sino con la vida”, y son precisamente quienes enseñan “que la fe no es propaganda o proselitismo, es un respetuoso don de vida”. “¿Cómo podemos callar la alegría de ser amados, la certeza de ser siempre valiosos a los ojos de Dios? Es el anuncio que tanta gente espera”, ha recalcado el Papa.
Al final de la parábola de los talentos, el Señor llama “bueno y fiel” al criado que ha sido emprendedor, mientras que califica de “malvado y holgazán” al siervo que ha estado a la defensiva, guardando sus bienes. “Su mal es no haber hecho el bien, ha pecado de omisión”, ha apuntado Francisco. “Y este puede ser el pecado de toda una vida, porque la hemos recibido no para enterrarla, sino para ponerla en juego; no para conservarla, sino para darla“, ya que quien está con Jesús “sabe que se tiene lo que se da, se posee lo que se entrega; y el secreto para poseer la vida es entregarla”.
Asimismo, Francisco ha subrayado que “vivir de omisiones es renegar de nuestra vocación: la omisión es contraria a la misión” y ha advertido de la posibilidad de pecar de omisión, es decir, cuando, “en vez de transmitir la alegría, nos cerramos en un triste victimismo, pensando que ninguno nos ama y nos comprende”, así como cuando “cedemos a la resignación” o “cuando somos esclavos de los miedos que inmovilizan y nos dejamos paralizar del siempre se ha hecho así”. Pero, sobre todo, se peca contra la misión cuando “vivimos la vida como un peso y no como un don; cuando en el centro estamos nosotros con nuestros problemas, y no nuestros hermanos y hermanas que esperan ser amados”.
De esta manera, El Papa ha recordado que “Dios ama al que da con alegría”, y por ello “ama una Iglesia en salida”, porque “si no está en salida no es Iglesia”. “Una Iglesia en salida, misionera, es una Iglesia que no pierde el tiempo en llorar por las cosas que no funcionan, por los fieles que ya no tiene, por los valores de antaño que ya no están”, ha explicado.
Durante la celebración de la vigilia, el Papa ha estado acompañado por una religiosa, un sacerdote y una laica. “Ellos Nos dicen que nadie está excluido de la misión de la Iglesia”, son testigos de que todo cristiano está llamado a la misión. “El Señor te pide que te entregues allí donde estás, así como estás, con quien está a tu lado; que no vivas pasivamente la vida, sino que la entregues; que no te compadezcas a ti mismo, sino que te dejes interpelar por las lágrimas del que sufre”.
“Ánimo, el Señor espera mucho de ti”, ha añadido el Papa. “Espera también que alguien tenga la valentía de partir, de ir allí donde se necesita más esperanza y dignidad, ad gentes, allí donde tanta gente vive todavía sin la alegría del Evangelio”, ha dicho, subrayando que, allá donde vaya el cristiano “el Señor no te dejará solo”.