Cristina Antolín explica a Vida Nueva de un modo sencillo y apasionado su camino vocacional: “Cuando eres joven, piensas en tu futuro, en lo que quieres ser en la vida y te haces muchas composiciones en tu mente. Yo, desde niña, siempre dije que quería ser medico; lo debía llevar en la sangre, como decía la gente. Era también muy inquieta a nivel espiritual y participaba con entusiasmo en todos los encuentros que se programaban en mi colegio, en el Jesús María, de Orihuela… Eso sí, nunca había pensado en la vocación religiosa”.
En 1974-1975, en su último curso de Bachiller, en un centro de las dominicas en Granada, tenía muy marcado su destino: “Mi primera preocupación era sacar buenas notas para poder entrar en la Facultad de Medicina. Ya tenía todo mi programa en mi cabeza: hacer Medicina, luego la especialidad en cirugía (que era mi pasión) y ser una buena profesional… Hasta que, un buen día, nos convocaron al salón de actos a todas las alumnas de cursos superiores. Una misionera, la dominica Antonia Estrada, venía del Congo (en ese momento Zaire) y nos iba a contar su experiencia”.
Y todo cambió…
Ahí, todo cambió para siempre… “Conforme Antonia nos iba transmitiendo su testimonio de fe, de evangelización, de felicidad en la entrega, de donación a los más necesitados, de presencia cercana a la gente en medio del dolor y el sufrimiento, de ternura con los más desfavorecidos…, a medida que iban pasando, en diapositivas, las imágenes de esa región del noreste del Congo, donde ella estaba, un fuego comenzó a arder en mi corazón, un fuego que quemaba dentro. Veía hospitales destruidos desde la rebelión de los simbas, enfermos sin ser atendidos por falta de sanitarios, casas construidas en barro y paja, iglesias hechas con hojas de palmera, escuelas en planchas de madera carcomida, personas muy pobres sin lo necesario para vivir y sin medios económicos para comprarse una medicina, pero sin faltarles una sonrisa en sus labios…”.
“En ese momento –recuerda–, me hice muchas preguntas: ‘¿Qué tengo yo más que ellos? ¿Por qué yo he tenido tantas posibilidades y ellos tan pocas? ¿Porque estas diferencias? ¿Es que ellos no tienen derecho a estudiar como yo, a curarse cuando están enfermos? ¿A nacer en buenas condiciones? ¿A recibir la buena noticia del evangelio?’. Y, al mismo tiempo, sentí que ese día Dios me sedujo, cambió mi camino, me mostró su camino y me invitó a seguirle. Cuando terminó la charla, me acerqué a Antonia y le dije: ‘Yo quiero ser médico. Voy a hacerme religiosa y un día estaremos las dos en el Congo. Y así fue”.
Ahora, madre general
Durante 32 años, Antolín ha vivido su vocación misionera en África, pasando buena parte de su experiencia en Camerún, donde también ha culminado su sueño como médica, al frente de un hospital referente en su zona. Desde 2017, cuando fue elegida madre general de su comunidad, la Congregación de Santo Domingo, busca impulsar el corazón de los suyos desde Madrid.
No ha perdido ni una brizna de pasión: “Todo comenzó de manera sencilla, ese día y en ese lugar. Ahí comenzó para mí esta aventura que me ha hecho tan feliz: ser religiosa, misionera y médico, pudiendo responder así a mis grandes pasiones: Dios, mi profesión, África y la vida de servicio a los demás. Doy gracias al Señor por ello”.